Sábado a la noche. En una de las tribunas cuelga el cartel celeste y blanco que luce impecable y grandioso, sin sangre. 

“SeubeUBA Extensión y Bienestar”. Es de la secretaría de Extensión de la Universidad de Buenos Aires, la UBA.

Auspiciante, patrocinante, o vaya a saber uno qué cuerno, la UBA anima o da alas a las televisaciones de una actividad repudiable con el deporte y el humanismo denominada “artes marciales mixtas”, o que vulgarmente se la conoce como ”vale todo” y que debería llamarse en los medios “homicidio legalizado”, como bien llamaba Dante Panzeri a todos estos circos de destrucción.

Ya es conocida nuestra (afortunadamente conversa) posición sobre los mal llamados deportes que causan daño al cuerpo, la salud, la mente y la vida de las personas. 

Una batalla en la que andamos bastante solitarios frente a la avasallante presencia de los medios, la codicia y el desinterés general por ver como dos hombres o dos mujeres se destrozan y masacran sus rostros, cerebros, hígados y corazones, en búsqueda de gloria y de dinero, sin que sepamos a esta altura cuál es bien el orden de estas “necesidades”.

Pero ya esto de ver a la Universidad Nacional de Buenos Aires estimulando masacres, nos suena a una pesadilla.

El nombre de los organizadores de esta bestialidad es Circuito Argentino de Artes Marciales Mixtas.

El canal que transmite estas salvajadas que ya denunciamos en la revista El Gráfico 22 años atrás, es canal 9. 

Y el despiadado acontecimiento que el fin de semana casi termina en la morgue (la cercana morgue a unas cuantas facultades de la UBA) fue la “pelea” entre el catamarqueño Diego Robledo y Cristian Domínguez. 

Un rodillazo (rodilla voladora, decía el relator) de Robledo estalló en la mandíbula de Domínguez quien con serios trastornos fue a la lona. Médicos, paramédicos, una camilla. ¿susto? No parecía. A los gritos, en la transmisión, sólo se hablaba del nocaut del año, y nada de la salud del vencido.

¿Son culpables los peleadores? Quizás no. ¿Los periodistas? Tal vez tampoco.

Estas brutales y crueles aventuras se frenan de otra manera, con una conciencia social y deportiva que el capitalismo impide porque lo único que le interesa es el show, el rating y los pesos, pero contra la cual hay que seguir luchando.

Porque afortunadamente de tantas cosas se dijo que era imposible frenarlas y sin embargo la persistencia en los reclamos y, sobre todo, la certeza de la razón, las extinguió para siempre.

Eso sí, nunca pensamos que entre los aliados de quienes insisten con esta locura a la que pretenden imponer como deporte encontraríamos nada menos que a nuestra querida Universidad Nacional de Buenos Aires, de la que orgullosamente egresamos.

A ver si una nota periodística logra algo. 

Al menos que la UBA nunca más aliente esta expresión de la incultura y la muerte.