¿Se acuerdan del último Mundial de Fútbol Femenino de Francia? Fue allá por 2019. Un furor recorrió el mundo deportivo y millones de espectadores descubrieron la belleza de un juego que nos aparecía como lejano, ajeno, exótico…por culpa del periodismo.

Estaba claro que eran miles de periodistas del mundo entero quienes habían callado la existencia de una práctica que desde abajo crecía y crecía.

Hubo tal impacto en 2019 que muchos pensamos que era el inicio del fin de la era machista del fútbol (una ilusión parecida vivimos cuando los primeros meses de la pandemia Covid nos hizo pensar en un mundo que se daría cuenta al fin de la importancia de invertir en salud pública y solidaridad).

Tres años después, en la Argentina volvimos a la oscuridad. Volvimos a ese negacionismo deportivo que ha borrado del mapa - y de las agendas- al fútbol de mujeres. 

Se disputa en estos momentos la IX Copa América Femenina en Colombia. La selección argentina es nuevamente gran protagonista. Pero no hay caso, aún con la transmisión en directo de la TV Pública, los medios comerciales hegemónicos, olvidan, censuran, ignoran.

Golpea y duele que el suplemento deportivo de Clarín (ni hablar de los canales del grupo) y otros, se limitan a redactar mini-comunicados oficiales donde, en cinco centímetros de sus páginas, anuncian partidos como si fuesen acontecimientos marginales. Ni siquiera mencionan a las jugadoras y se limitan a consignar como si fuese una orden que “para ser olímpicas deben ganar esta noche” (referencia a la semifinal Colombia-Argentina del lunes 25 de julio).

Esta ignorancia es similar a la vivida durante el reciente Mundial de Atletismo en Oregon. Impresionó saber cómo se esfumaba el atletismo de las informaciones deportivas que diariamente brindaban los especialistas y comentaristas que se hacen llamar por los conductores con la sugerente voz, “vamos al deporte ahora”. Era entonces que los engolados “especialistas” hablaban y hablaban de deportes, pero vaya a saber por qué, sólo se atragantaban con el fútbol masculino. Este mal, o enfermedad ancestral, suele compararse con la misma que azota al periodismo político cuando se olvida diariamente de los asalariados y las explotaciones a las que son sometidos, hasta que un día se desata una huelga.

Al mismo tiempo nos da intriga cuál es el supuesto interés popular que despiertan noticias como “el cumpleaños de tres” del hijo de Gallardo o el nacimiento de la segunda hija de Dalma Maradona. Dos noticias que jamás deberían sepultar a las y los esforzados atletas argentinos que se rompieron el lomo para llegar a un Mundial y que no merecen tanto maltrato de omisión. 

De aquel “saldremos mejores” a este regreso al espectáculo de más de lo mismo, han pasado unos años. En el medio, una realidad que cada vez tiene más cosas para comunicar y contar, más personajes para mostrar (sobre todo mujeres). Pero no, el periodismo sigue tan bobo y tan comprado por el rating y los avisos, como antes.

En el medio, una conclusión sangrante: no aprendemos más.