Nunca en la Argentina escuchamos durante tantos días mencionar la palabra odio. Menudo tema que nos envuelve como sociedad y como humanidad y que ha tenido y tiene en el deporte otro de sus canales de expresión.

Con un superclásico en el horizonte cercano, el más inmediato recuerdo que se nos viene es de julio de este año. Por entonces los presidentes de Boca y River firmaron un compromiso para combatir el odio en el fútbol en el marco del Foro Latinoamericano de Combate al Antisemitismo.

Jorge Amor Ameal y Jorge Brito comprometieron a sus clubes en la adhesión contra el antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés).

Durante el acto se exhibió un video de cantos asquerosos, denigrantes y discriminatorios de las hinchadas argentinas.

Si bien en aquella oportunidad el eje fue puesto en los cánticos antisemitas, también se mostraron unos cuantos discursos de odio fuera y dentro de la cancha. No eran otros que aquellos que diariamente podemos apreciar en nuestro país.

Cuando a Brito le preguntaron por el video respondió que sentía “en el corazón algo durísimo” y llamó a “trabajar para que estas cosas no ocurran nunca más”. Pero cometió un error. Calificó a esas expresiones como “marginales”.

Seguramente en esta semana veremos que los presidentes de los clubes con más hinchas en la Argentina pondrán en marcha algún gesto que “transmita un mensaje de paz”.

¿Será ello positivo? Sin dudas. Pero todos sabemos bien que no alcanza.

Desde el ambiente del fútbol se han tomado diversas iniciativas para detener señales y acciones de intolerancia (ejemplo: suspender partidos cuando se entonaban cantos antisemitas o discriminatorios, sobre todo en temas raciales), pero el fondo de la cuestión (lograr que a nadie se le ocurra ni inventarlos, ni cantarlos) no tiene aún solución. Nuestros reclamos para que se imparta -por años y años- una educación anti-odio y antidiscriminación en las escuelas, aún caen al cesto de basura. Nuestra obstinación para crear conciencia desde los medios estatales, por el momento es sólo un sueño.

La prensa, al igual que todo lo que sucede en el país, tiene una responsabilidad enorme y mucha veces queda en evidencia cuando se desparraman adjetivos, se insiste con mentiras y se fomenta el exitismo descomunal y desmedido ( que no es otra cosa que el fomento del consumo alocado de bienes). Y no es con censura, pero sí con señalamientos, que se debe dar una lucha permanente para que no triunfen quienes cuentan con el monopolio de la palabra, en general sentados en las sillas de los grandes estudios.

Al menos entre la dirigencia de River y Boca advirtieron la gravedad del problema (no pasó lo mismo el sábado en el Congreso cuando un sector pidió excluir la palabra odio). Resta saber si es el punto de inicio de algo más serio. O es un punto y nada más. De aquí al domingo, tendremos una muestra.