¿Cuánto tiempo puede dedicársele a un pésimo partido como el superclásico del último domingo?
Depende: los buenos periodistas lo liquidan en media hora o menos. Pero en la tarde del 11 de septiembre, la producción de TyC Sports resolvió darle una hora y media a una mesa de panelistas que competían para ver quién decía la originalidad más original, y así recibir de premio el nombre suyo inscripto en ese otro horror de la prensa que se llama zócalo.
Gastón Recondo por ejemplo se esmeraba en darnos su opinión sobre el planteo que debió poner en la cancha el Muñeco Gallardo: “los clásicos se juegan al límite”. Conclusión del señor Recondo, sangre. A la barbarie de juego sucio que desplegaron algunos jugadores de Boca, el periodista tyc respondió con lenguaje de patadas, para no utilizar inadecuadamente el tan mentado y muy peludo término odio.
Horacio Pagani confesó un defecto que lo pinta bamboleante en sus último cincuenta años: dijo que era resultadista (y así entonces celebraba la victoria xeneixe), mientras sus compañeros se mofaban de él por su inesperado giro. Cuando pretendió dar explicaciones dijo que el choque entre resultadistas y cultores del jogo bonito, se trataba nada más que de un episodio de los ochenta.
No somos el único país del mundo donde el periodismo deportivo se especializa en prolongar su bla bla de un modo insoportable. Esta insufrible manera de creer que los periodistas deportivos sabemos algo de fútbol, se extiende por los cinco continentes, y así nos formatean en la mayoría de lugares de enseñanza y ni que hablar del sistema de trabajo que se adopta en las redacciones, donde triunfa quien menos piensa.
Claro, si sólo fuésemos los y las periodistas del deporte, el dolor sería menos intenso. Ocurre que el contagio ha sido pandémico, y casi no hay especialidad de la prensa que hoy no habilite la lengua de miles de charlatanes.
¿Se trata de llenar espacios en la TV? No. Se trata de ausencia de ideas. Los paneles, los panelistas, los colgados del micrófono, deberían ingresar en una etapa de extinción, cediendo lugar a las cuestiones más elaboradas e ingeniosas que impliquen trabajo periodístico. Investigación, historia, detalles. Hay tanto para contar de la vida.
Por supuesto en TyC no fueron los únicos. La infeliz programación de ESPN fue para el mismo lado y sumó más de cuatro horas post-superclásico, con la inclusión de un conductor Gustavo López, quien todavía no aprendió que ya no se puede preguntar más a un jugador, entrenador o dirigente (en este caso la consulta se le hizo a Riquelme) lo siguiente: “¿pensás que Boca es favorito?”. Estamos en 2022, año en que cualquier periodista avezado sabe que del otro lado te van a contestar cosas como “vamos paso a paso” “vamos partido a partido” y mil cosas más, menos “sí” o “no”.
En fin se fue otro superclásico soso.
Y otro fin de semana de periodistas de fútbol, más sosos aún.