Aquel Dios que dicen que existe y que atiende ( o atendía) en Buenos Aires, debió aplaudir la silenciosa marcha de Patronato de Entre Ríos hacia la Copa Argentina.
Un campeón no porteño, ni bonaerense, es más que una buena noticia en cualquier deporte.
Y si además no es de los mal llamados clubes grandes, mejor aún.
Se siente así que respira la democracia, la igualdad, la equidad.
Si hay algo que inquieta, molesta y perturba a los poderosos, o a quienes se creen poderosos, es el disfrute y la alegría de quienes menos tienen.
En el deporte, el odio, se expresa de muchas formas: pretenden crear ligas exclusivas con los equipos que concentran riquezas, creen que los sueldos diferenciados con las estrellas son justos, pretenden que entendamos que es lógico que un futbolista varón gane más que una futbolista mujer, imaginan que es “natural” que quien más plata tiene mejor ubicación tenga en un estadio, empujan diariamente para que gocen de mejor televisación quienes sólo puedan pagarla, impiden que los premios en las carreras de atletismo o ciclismo sean iguales para carreras mixtas o carreras que incluyan personas con discapacidades. Y así hasta el infinito.
Lo mismo pasa en la vida cotidiana de cada país. La intolerancia frente a las alegrías populares, los disfrutes de quienes menos tienen son vistos con caras gruñonas y rencores.
Hay cámaras, y hay horas y horas de filmación y de palabras huecas en el periodismo para supuestas estrellas del deporte o clubes ingleses, franceses o españoles, que se bañan en oro. Así lo hubo este año para la nobleza británica.
Para los demás, las migajas del periodismo. Una notita cada tanto.
Cuando el gran Discepolo gritaba por la radio: “La verdad: yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón, la milagrosa. Ellos nacieron como una reacción a tus malos gobiernos. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado en un largo camino de miseria”, parecía hablar de unas cuantas verdades que hoy recorren Latinoamérica, como el domingo sucedió en Brasil.
¿Cuánto durarán las mediáticas referencias a los jugadores de Patronato, a sus hinchas, a su entrenador Facundo Sava, a sus dirigentes? ¿Cuánto la sorpresa por enterarse que sus delanteros y defensores, fueron albañiles? ¿Dos días, dos semanas, dos horas?
Sea cual sea el destino de Patronato en las próximas copas, o en su espinoso camino de ascender, no importan sus colores, o sus apellidos. Interesa la sensación de que aún contra toda la hipotética fortaleza de los ricos, ahí están aquellos del texto de Galeano: Los nadies, los ningunos, los ninguneados, los que corren la liebre.
Los Patronatos.