Gonzalo Bonadeo fue quien dio el primer paso. Unos días antes de la final ante Francia hizo públicamente su autocrítica señalando que en aquellos primeros tiempos del 2018, cuando en la AFA designaban a Lionel Scaloni como entrenador reemplazante de Sampaoli, él fue uno de los tantos que objetó al “desconocido” Scaloni.

De los archivos de aquellos tiempos brotan como yuyos, los disparates y soberbias de quienes alzaron la voz – en nombre de su experiencia periodística – para destrozar al joven DT de 40 años que asumía el cargo más codiciado en el fútbol del país. Fernando Niembro, otro, llegó a hablar de golpismo en la Selección. “Necesitan alguien dócil y quedó un técnico sin experiencia, un aprendiz", fue una de las frases de uno de los peores exponentes que ha dado nuestra profesión.

Hoy cuando abundan los golpeadores de pecho que se atribuyen elogios y vaticinios dados en cuatro años (también estamos hartos de los nacionalistas al cohete que atribuyen resultados a fenómenos incomprobables), es bueno ir a la historia de una prensa deportiva y no deportiva que pretende construir héroes donde no los hay.

Integramos el mini puñado de periodistas que nunca dio importancia y relieve a los entrenadores en la definición de un título, campeonato, torneo o lo que sea. Su porcentaje de influencia en un equipo o en una conquista, lo fuimos disminuyendo conforme los años pasaban y conocíamos la intimidad y la personalidad de centenares de futbolistas y directores técnicos. La gran enseñanza nos la daba Diego, y su sapiencia de futbolista en bruto, al conocer más detalles que cualquiera. En algún momento llegamos a decir que el porcentaje de influencia de un entrenador en un equipo andaría entre el 1 y el 5 por ciento. Y que los partidos los ganaban o perdían los jugadores (de acuerdo a las mil razones que condicionan un día de partido) y no los planteos tácticos.

Así nos fue, en la vida periodística. Marginales; sin rumbo ni destino.

Pero el asunto hoy es otro. Es el oportunismo. Aquello que Diego Maradona llamaba el panquequismo. Son unos cuantos miles aquellos periodistas deportivos y de los otros que deberían estar mirando a cámaras pidiendo perdón por lo que dijeron. Por lo que dijeron de Scaloni, por lo que dijeron de Messi y por lo que dijeron de un Mundial y de una Selección que pretendieron mufar para que un pueblo no pudiese festejar bajo el latiguillo de que el gobierno quería utilizar este momento para tapar otra cuestiones.

Todos estos son los que nunca saben nada de nada.