A estas alturas, no hay dirigente en la Argentina que se atreva con el Chiqui Tapia.
Hiperconectada a la Copa del Mundo, la sociedad futbolera argentina (y ello incluye a todo el periodismo) le tiene un miedo sospechosamente oportunista al actual presidente de la AFA. Jorge Brito, el presidente de River, declaró hace unas horas que no lo votó a Tapia, pero que hoy lo votaría.
Por suerte en Tiempo Argentino no ocurre ello (de paso los saludamos en su séptimo aniversario, y recomendamos ver el documental “De la Resistencia a la Existencia”), y en su última edición, el semanario dominical en manos de los trabajadores y trabajadores, se puede leer una interesante reflexión sobre el Chiqui escrita por Alejandro Wall.
En “El Chiqui esculpe su mármol”, Wall desanda los caminos del hombre de Barracas Central que el 28 de marzo festejó seis años al frente de la AFA.
La correcta interpretación de la nota (le bajaban el precio – al Chiqui- por clasismo, por origen plebeyo, sindicalista y barrendero), hurga en un terreno poco habitado por le prensa nuestra que adolece de análisis sociales sobre aquello que ocurre en el mundo deportivo y en especial del fútbol.
Por eso, entre otras cosas, es buena la nota.
Animarse a desmenuzar a Tapia en estos tiempos de cerebros colonizados por un triunfo en Qatar es destacable. A Tapia se lo mira como a Aladino con su lampara, y por eso el hombre se pasea con la Copa por todos los rincones de la Argentina como si fuese el jugador número 12.
Mientras reina la confusión, el Chiqui aprovecha y borra nombres de antecesores (medida correcta si las hay). El predio de entrenamiento de los seleccionados nacionales, que antes se llamaba Julio Grondona, hoy se llama Leo Messi.
Entonces estalla el hijo de don Julio (Humberto Grondona) y su bronca no le impide provocar al máximo ídolo del momento. “Me gustaría que un día este chico (Messi), el más grande de todos, diga: 'yo tengo que agradecerle a Julio porque por él estoy jugando en la Selección Argentina", dijo Grondonita en El Loco y el Cuerdo, que conduce Flavio Azzaro.
Denostado por años, y con razón, por un escaso sector del periodismo argentino, Grondona reinó en la AFA durante décadas y de nada le sirvieron las Copas del Mundo para que saquemos de su biografía los manejos mafiosos con la TV privada y los medios hegemónicos, la complicidad con la dictadura, los acomodaticios rosqueos con todos los gobiernos, la falta de principios morales y sobre todo la corrupción en la FIFA, que estalló en 2015 con el caso de los sobornos, y que este enero produjo la confesión del empresario argentino Alejandro Burzaco cuando admitió haber sobornado con 32 millones de dólares al " grupo de los seis de Conmebol", entre quienes se encontraban Nicolás Leoz y Julio Grondona.
Los sobornos eran parte del lucrativo mercado de los derechos televisivos de los campeonatos. O sea empresario soborna empresario, y se jode la gente. De esto los medios, ni pío.
La nueva ola Chiqui Tapia merece ser observada para que la ideología de la desmemoria no se instale en nuestro periodismo (y en nuestro fútbol) bastante desmemoriados, sobre todo en su dirigencia mayor.