Uno de los mejores medios de comunicación del país (Tiempo Argentino, que en estos días cumplió siete años de su etapa autogestiva, en manos de sus trabajadoras/es) nos obsequió una entrevista a Jorge Broun, de Rosario Central, en la que el arquero dejó una frase para la historia: “en el día a día se le pide mucho más al jugador de fútbol que a un político”.

Estos dichos, analizados con el ojo de un crítico sobre periodismo y periodistas, son la expresión profunda de un mal que crece y se multiplica en el ejercicio de la prensa deportiva. De aquellos comentarios de partidos en los diarios, revistas y radios de los 60, a las calificaciones de los jugadores con notas del tipo docente riguroso, a la explosión televisiva de los gritos y reproches en los primeros programas de TV sobre fútbol, a este presente de unos desaforados sabelotodos que se creen con derecho a ponerle el pie en la cabeza a los futbolistas por un solo partido jugado, ha pasado un largo camino…de macanas, arrogancias y vanidades.

¿Cuándo fue el momento en que el periodista se la creyó? ¿Cuándo fue el instante en que el periodista pasó a ser tan estrella como el futbolista?

Nadie lo sabe bien, pero aquello que ocurre hoy parece no tener límites, y hará falta una revolución en el periodismo deportivo que arranque de raíz esta maldita manera de ejercer la profesión.

Tiene razón Broun. Mucha razón. Una prensa complaciente con los factores de poder, sobre todo con los factores de poder económico (grandes empresas, formadores de empresas dueños de los medios comerciales) a quienes encubre con su silencio, en cambio sí se molesta en contarle las costillas a cuanto jugador o jugadora o deportista se cruza por su camino.

La frase mejorada de Broun debería ser: “…se le pide mucho más al jugador de fútbol que a un político y a un patrón que te explota”.

Llenar las horas de los espacios televisivos o del mundo digital que se dedican a la información del deporte, se transformó en una tarea de opinadores que se creen sabios en un juego que ni manejan, ni conocen, ni se calientan por aprender. 

Pedantes como pocos, buena parte de la prensa deportiva copió los horribles modelos de Guillermo Nimo, Horacio Pagani, Oscar Ruggeri, Fernando Niembro y Marcelo Araujo, y hoy, una generación de cuarentones y cincuentones se acomoda en las sillas y sillones brillosos de los canales  dedicados a la actividad deportiva para hablar de cualquier tema con pretensiones de aplauso.

Además, esta vieja costumbre que debería ser erradicada desde los lugares de enseñanza del periodismo deportivo, fue y es una de las maneras de alimentar la violencia que hoy impide en la Argentina que tengamos estadios llenos con locales y visitantes.

Gracias a Tiempo y su búsqueda por dar un testimonio reflexivo de la vida en los clubes. Esta semana, con esta nota, hemos aprendido algo más: que hay unos cuantos futbolistas que piensan más que los periodistas. 

Periodistas que, de los verbos pensar, analizar y proponer, tienen cada vez menos idea.