Con este asunto de las fechas redondas los periodistas echamos mano a lo más sencillo de nuestros archivos y así, escribimos lo primero que encontramos. Es decir, la superficialidad abunda, el buen análisis escapa por los tejados.

Este 25 de junio, a 45 años del Mundial 1978, medios de todo el país eligieron la más cómoda: evocar, en muchos casos con ayuda del periodista Google, una serie de acontecimientos de aquel torneo que se jugaba en los días más oscuros y la represión más feroz…que la prensa argentina escondía.

En el diario La Voz de Córdoba, el evocador cronista eligió esta frase: “…en medio de un contexto barroso donde deporte y política se mezclaron en un solo combo”. ¿ Barroso? Bastante suave el contexto descripto para la historia terrible que se vivía.

Otros como Infobae eligieron contar las anécdotas secundarias (Menotti y su cuerpo técnico dando la vuelta olímpica alrededor del Obelisco en la madrugada del 26 de junio del 78) de un campeonato al que nada debemos reprocharle dentro del verde césped, pero sí todo afuera. 

Por ejemplo el rol de la prensa en aquellos días. Para la memoria potente (la valiosa) no habrá olvido jamás de la conducta cómplice de un elenco enorme de periodistas, encabezados por José María Muñoz, quien bajo el alias de El Relator de América colmaba de elogios a los dictadores mientras los diarios, los principales y los secundarios, hacían lo mismo de punta a punta del país. Y de las revistas, ni les contamos: busquen en las hemerotecas los ejemplares de Gente y de La Semana y encontrarán expicaciones abundantes al mote que luego, a partir de 1983, se ganaría el periodismo de esos años: “La prensa canalla”.

Cual imagen digna que nos recuerda el camino elegido por la otra prensa, nos queda para siempre el fundamental video de la televisión holandesa en el que las Madres de Plaza de Mayo, el mismo día de lal inauguración e lal Copa del Mundo, interpelan al periodista extranjero, aquel del micrófono largo y largo, para decirle que han golpeado todas las puertas, de embajadas, ministerios, iglesias, y nadie las ha ayudado en la búsqueda de sus miles de hijos desaparecidos. Hasta que una de ellas, una madre platense de energía descomunal, le ruega con voz plañidera y le da una definición de periodismo, nunca vista en los manuales de todo el mundo: “…ayudennos, ustedes son nuestra última esperanza”.

Eso es el periodismo en los lugares donde el horror y los crímenes abundan, la última esperanza.

Aquí, la prensa nacional, y en especial quienes conformaban la primera línea de los medios (dueños de las empresas, jefes de las páginas de política, editores de las tapas y de los principales títulos, conductores de radio y televisión) jugaban al tenis, tomaban café, acompañaban en sus viajes a generales, brigadieres y almirantes y se hicieron los otarios ante tanto baño de sangre. Maldito 1978.