¿Quién o quiénes harán la mejor cobertura de los Juegos Olímpicos 2016? Desde Río de Janeiro, se aproxima la avalancha de información que pondrá una vez más en juego aquello de ¿qué tan bueno son los periodistas a la hora de contar aquello que ocurre en un evento y fuera del evento?

 

Bien ha dicho el especialista Gonzalo Bonadeo que la preparación del periodismo argentino para las coberturas de Juegos es casi inexistente. La locura por el negocio del fútbol profesional, y el negocio de la locura por el fútbol, convirtieron a nuestra prensa deportiva en una de las más incompletas del mundo a la hora de acumular conocimiento sobre las restantes disciplinas.

Ni que hablar del espacio que se les brinda día a día en los medios, sobre todo en los medios hegemónicos y monopólicos.

Más chata aún es la formación alrededor de la situación política y social de los países donde se llevan a cabo los Juegos. Brasil será el escenario para comprobar si nuestros cronistas se ubican cerca o lejos de uno de los focos de noticias latinoamericanas más ignorados del momento. Focos que arderán mucho más en este agosto que comienza.

¿Debe un enviado especial a los Juegos Olímpicos prestar atención a todo aquello que sucede fuera de la Villa Olímpica y las instalaciones deportivas? La respuesta siempre es sí. Aunque les duela a los “profesionalistas” que se escudan bajo el cobarde latiguillo de “a mí me enviaron a cubrir los Juegos, no la política”

¿Qué hubiese sido de las denuncias sobre violaciones a los Derechos Humanos si decenas de periodistas europeos hubiesen ignorado a la dictadura cívico militar durante el Mundial 78? En cambio, los cronistas deportivos de entonces, los más valiosos, no dejaron momento sin señalar que mientras se agitaban banderas en los estadios y los goles sacudían las redes mundialistas, miles de jóvenes permanecían secuestrados y desaparecidos por el terror de Videla amparado por los periodistas más famosos de la Argentina.

De los pocos redactores que ya iniciaron sus transmisiones y despachos, al menos los de Clarín han puesto un par de señalamientos a los millones que se gastaron en estadios y pistas, pero sin profundizar demasiado en la situación política y económica de un Brasil al que le impusieron un plan económico liberal y un presidente por medio de un golpe blando.

En la inauguración del próximo 5 de agosto ya se sabe qué ocurrirá. Abucheos diversos recorrerán las tribunas cuando Michel Temer, el interino gobernante en cuestión, aparezca en pantallas o extraiga su discurso. Lo mismo habrá para las principales figuras de la política y de la política olímpica. Se percibe el ruido de las calles brasileras de leer nomás las diversas referencias que vuelcan los medios brasileños opositores y que no esconden la realidad de una protesta que crece.

Para nuestros diversos canales y gran parte de los enviados especiales, estos asuntos aún no existen. Tapar las consecuencias del capitalismo, para levantar las banderas del olimpismo que pregonan las multinacionales anunciantes del COI es una vieja costumbre de la cobertura de los Juegos. Por centésima vez rogamos que abunden las excepciones en nuestra prensa.