Cual hermosos y hermosas piqueteras, miles y miles de maratonistas cortaron por más de tres horas las calles céntricas de Buenos Aires, para llenarse de orgullo por ser parte de la carrera más grande de Sudamérica. Eso les dijeron.

Como tantas otras mentiras del periodismo deportivo y los organizadores. Basta seguir la Maraton Ciudad de Río de Janeiro para comprender que ni somos los más grandes ni somos los mejores.

La cita del domingo 9 de octubre y sus 11.724 atletas según la página oficial, encubrieron un negocio del que poco habla la prensa argentina y que esconde fondos públicos cuyo destino sería bueno investigar.

Hace unos años la organización de esta carrera (y otras más que lleva adelante el mismo grupo mandamás) se presentaban bajo el telón de una inocente y muy cándida Fundación Ñandú. Al simpático animalito de nuestras pasturas y estepas buen favor le hicieron mezclándolo con un zafarrancho de dólares y pesos y auspicios que nunca se sabe a dónde van a parar.

Ocurre que hace unos años la Fundación Ñandú perdió la candidez, optó por las impurezas y pegó una voltereta: se convirtió en Asociación Ñandú manejada ahora por Mario Petrucci, presidente de la Federación Argentina de Ajedrez con el fuerte apoyo de periodistas del Grupo Clarín.

Resulta entonces que la muy promocionada y televisada Maratón de Buenos Aires no es un candoroso “evento cultural y deportivo” como se pretende señalar, sino un gran negocio con participación de periodistas que pretenden dar lecciones de moral y anticorrupción desde las páginas del grupo dominante.

Miremos cifras: para inscribirse, correr y recibir una medalla y un kit había que pagar 320 pesos para corredores nacionales, 80 dólares para corredores extranjeros. Multiplique usted las cifras. Recuerde, son 11.724 atletas. Aunque el diario Olé, en su edición de hoy, y con espíritu de globos e infladores nos informe que corrieron 15.000 atletas.

¿Sabe usted cuánto cobraron los ganadores?

Imposible saberlo. Porque el sospechoso Reglamento de la competencia dice: “La organización no entrega premios dinerarios. Los premios en dinero entregados por terceros, entidades afines al atletismo o de fomento del deporte no son entregados por la organización, y la organización no tiene responsabilidad sobre los mismos y las condiciones en que sean entregados”.

Quisimos averiguar ayer qué había ocurrido con los vencedores. La respuesta fue “Parece que la Asociación Ñandú les está dando unos cheques a escondidas”.

En materia de transparencia nos ganan otras maratones, por ejemplo la de Roma. Su página ya anuncia para 2017 cuáles serán los premios para los vencedores. El ganador se llevará 1500 euros, el segundo 1.200, el tercero 1.000 y el vigésimo 100 euros. Aquí, en la Maratón de Buenos Aires, nadie sabe a quién premiarán. Todo indica que solamente, y en una fiesta especial, se premiará a los tres primeros por categoría. Pero el Reglamento elude menciones al tema.

Las quejas de ayer se centraron en aspectos como “levantaron la carrera cuando aún quedaban maratonistas corriendo”, “transitamos por una calle empedrada, eso es una barbaridad”.

Un grupo de atletas pegó el grito también por la oscuridad de los manejos del dinero. Y otros, a quienes se los puede leer en las páginas variadas y blogs de Atletismo, insisten en el reclamo eterno: publicidad de los premios e igualdad de trato en los premios a los varones, a las mujeres y a los atletas con discapacidades.

Podrán decir que se trata de una cuestión privada y que el grupo Clarín-Olé y la firma Adidas pueden hacer lo que quieren con su dinero y promocionar una carrera y organizarla cómo se les canta.

Podrán.

El problema nuestro es que la Maratón recibe y tiene el apoyo de diversos fondos públicos. Sería bueno que los valerosos fiscales de moda metiesen las narices entre tanto sobaco maratonil, al menos para investigar y tratar de limpiarle la cara…al pobre Ñandú.