¿Cómo darle un adiós a quien pensaba tan distinto? Quizás, sencillamente, transformando este adiós en un simple hasta luego. Algo parecido al débil “hasta pronto” que cortaba nuestros diálogos, sabiendo que en los últimos años la distancia política era más grande que la distancia ideológica, y quizás menos extensa que la distancia impuesta por nuestras múltiples coincidencias deportivas.

A Diego Bonadeo no lo extrañarán los medios hegemónicos. No alcanzarán jamás las oportunas necrológicas de los medios de hoy, que son los medios que, sin decirlo, nunca lo querían en sus pantallas ni en sus estudios. Al final de cuentas, fue Página 12 el diario que siempre le dio modestos espacios para su pluma crítica.

¿Quién los quiere a los periodistas deportivos que revuelven la mierda del poder deportivo? Nadie, o casi nadie. Ahí está Panzeri, y decenas de periodistas que aborrecen el marketing, los negocios deportivos y a los lameculos del poder periodístico y del poder futbolero. Por suerte, siempre hubo y habrá periodistas que hablamos mal de los malos periodistas.

Bonadeo fue, como tantos otros, el periodista deportivo que llegó de la mano del amor al deporte hasta que se encontró con los basurales del deporte. Y entonces se le hizo imposible, como a tantos (o tan pocos), tomar las armas de una máquina de escribir, un micrófono o la esbelta computadora para lanzar el ácido.

La pucha que fue ácido Bonadeo.

Trabajamos juntos en un naciente canal de cable (VCC) en los tiempos en que Clarín no había devorado cada cable del país. CableSports. Y allí, recuperado por Cherquis Bialo, supo dar comentarios de lunes, que irritaban al propio Cherquis. Uno era su productor. Y entre la malicia del trosko y la malicia del Bonadeo, filtrábamos canciones de protesta que musicalizaban los informes-Bonadeo. ¡Cómo se enojó Cherquis cuando durante el Mundial 1994 nos burlábamos de la eficiencia yanqui que cambiaba un arco roto en pleno partido de fútbol, como si nada! El tema elegido fue la setentista cantata antiimperialista que entonaba Piero: “Los Americanos”. En un canal con capitales estadounidenses. Además nos unía la misma melodía futbolera, de creer en el caño y la gambeta, aún perdiendo 5 a 0.

Ya todos saben cuánto despotricaba Bonadeo. Muchos de sus enemigos eran nuestros amigos. Así, había pelea asegurada todas las semanas. Peleas que continuaron después en los tiempos de la fabulosa revista Un caño. Su antikirchnerismo era tan brutal como su menottismo. Intentaba llevar todo al terreno deportivo y así nos iba. Había que responderle y le respondimos. Las noches de luna llena y copas vacías de los últimos años, cuando nos unió la combinación de periodistas y militantes que solían “balconear” en los departamentos de Alejandro Wall o Ezequiel Fernández Moores, estuvieron al borde de los doce rounds. Mucho más cuando sumamos a las tertulias a un amigo del Che, Carlos Calica Ferrer. Defensor a muerte junto a nosotros de la revolución cubana, de Chávez, de Néstor y de Cristina, de Fútbol para todos y gratuito…todo lo que no le gustaba a Bonadeo.

Y eso que el regalo más hermoso de Bonadeo en estos 23 años de conocernos fue un libro antiguo sobre la Cuba de Fidel y el Che que nos brindó a La Negra Ana y a este cronista, una tarde en que lo visitamos allá en su campo.

Siempre te copiamos, Diego, aquella frase para definir a Fernando Niembro. “El anunciador de Indultos” le pusiste. Y algunos te chicaneábamos con tus viejos amigos de los comienzos y algunas fotos de los archivos.

En el próximo encuentro, estimado Diego, seguiremos discutiendo sobre mucha gente que no quisiste y debiste quererla. Lo mismo nos reprocharás a nosotros sobre los periodistas que elegimos para recorrer la vida codo a codo.

Si eso era o no era la brecha, pronto lo sabremos. Todos sabemos que la brecha siempre existió, y buena falta nos hace, porque no somos lo mismo. Es decir, cada loco con su tema, como canta y aún te gusta, la añeja garganta de Serrat.