Ya está. Es el hecho periodístico del año, a cuarenta días del final. Se anunció el martes pasado: los jugadores de la Selección Nacional no hablarán más con la prensa. ¿Será hasta que el último de ellos se retire? ¿Será durante el mandato del Patón Bauza? ¿Será hasta que el cadáver de Gabriel Anello, el periodista en cuestión, sea velado en la puerta de la AFA?

Ha pasado una semana desde el anuncio en boca de Messi y, la verdad, no se le ha movido un pelo al escenario mediático nacional. Es tan poco aquello que los futbolistas profesionales superestrellas aportan al pensamiento nacional, que quizás pasen diez años de veda y nadie advierta que han dejado de dar entrevistas o asistir a las conferencias de prensa.

Lo claro de todo esto es que ni culpa tienen. La responsabilidad es de los miles de periodistas deportivos que después de cuatro o cinco décadas no aprendimos a realizar buenas entrevistas, concretar buenas preguntas en el campo de juego, guardar silencio cuando no hay nada que preguntar, o asistir a las conferencias de prensa con diez centavitos de originalidad. Salvo excepciones, el periodismo no tiene buenos entrevistadores.

Entonces, la medida de protesta, resulta maravillosa. No se trata de sentir el brillo del silencio de los cracks. Se trata del mejor momento que podíamos pasar en años: ya no se escucharán las preguntas estúpidas, zonzas, sin sentido, añejas, debiluchas, de quienes piensan que hacer periodismo es preguntar si querés ganar, si soñás con el Mundial, o si el pelo rubio de Messi es rubio.

Lo peor de esta medida será que Anello seguirá haciendo de las suyas. Confirmando que subido al tren de Liberman, Fernando Niembro, Marcelo Araujo, creyó que la gloria se alcanza diciendo pavadas o buchoneando jugadores en su vida privada y no poniéndose a leer.

Los boicots al periodismo dejan sus moralejas. También ciertas lecciones. Por un lado, enfurecen a los críticos sangrientos que le echarán la culpa de cuanto feo resultado se avecine, a las estrellas del silenzio stampa. Es decir, la Selección de aquí en más tendrá el doble de críticas que unas horas antes del 15 de noviembre de 2016.
Por otro, actúan como un correvelos más que deja ver la ignorancia de un periodismo deportivo mayoritario cuya creatividad se aleja cada día de sus mentes. Haga memoria: ¿cuál es la última entrevista por radio o televisión a un futbolista que a usted le dejó algún gustito a buena cosa?

Cuando todo esto quede atrás e irrumpan en los escenarios nuevas caras, los futbolistas de la Selección post Mundial de Rusia, recibirán la comprobación de este hecho maldito: la pena y el tormento de la misma pregunta, el mismo verso, la misma mala leche… los mismos guapos de cuarta.