Ocurrió apenas empezaba el día del periodista. Nunca mejor. Esa mañana del 7 de junio, el periodista de Clarín Horacio Convertini, nos conquistó con su columna crítica sobre nuestra querida profesión dedicando unos párrafos a la raza complicada de los neo-relatores de fútbol.

Lo hizo agotado por una serie de parlanchines que nos atormentan desde las más variadas pantallas y emisoras: “Hubo relatores que le pusieron vértigo y emoción a la narración radiofónica del fútbol. Otros, poesía y humor. Algunos, qué pena, el contrabando de intereses. Pero hoy se han puesto de moda las gargantas que largan lo primero que se les cruza por la mente como si los micrófonos fueran escupideras. Tienen una letrinosa vocación por el insulto, por la grosería, por la ofensa rastrera al nueve que le pegó con el tobillo, al arquero que salió en falso en un centro, al cuatro que perdió la marca”, dijo Convertini.

Nos hubiese gustado que diera nombres. Porque en el fondo del fondo, Convertini tiene razón, pero las cosas se ven mejor cuando se dicen claras y sin fantasmas en la redacción.

En la semana que se fue, durante el relato del partido de la Selección frente a Brasil en Melbourne, radio Rivadavia, aquella que dio cobijo y acciones a uno de los relatores más vergonzosos del fútbol nacional (José María Muñoz), se insistió con el estilo chabacano en la voz de Lito Costa Febre. El mismo Costa Febre que semanas atrás en un Boca-River durante el gol de Driussi dijo cosas como estas: "Hacelo cabezón. ¡León, león, león! ¡Gol! Gol de River. El cabezón Driussi. Sos el rey de la selva de la Boca. Sos el león, el súper león del Superclásico. Lo tenía Boca el empate y la ráfaga fresca para River. Las banderas napoléonicas para River. ¡Le vamos a cagar el campeonato!"

Esta vez, entre otras cosas, con la Selección en pleno juego, Lito trasladaba sus chanzas y chistes internos al comentarista Roberto Leto con esos códigos que sólo entienden ellos dos y que sirven para confirmar que les importa un bledo el oyente. Burlarse o intentar burlarse de compañero por un tratamiento de recuperación de pelo es una cuestión tan berreta y de mal gusto, que Convertini tiene razón.

En la Argentina se extrañan los buenos relatores, de hecho, el despido de Víctor Hugo ha quedado como una herida grave en la historia del micrófono futbolero. Pero cuesta encontrar variantes, gente estudiosa, conocedores del reglamento, de la geografía, de la historia, de la vida de los futbolistas, o ambiciosos por desplegar línea social y política también en el relato.

Alguna vez Alejandro Dolina se refirió a determinados personajes de radio y televisión en 1979: “Los idiotas ilustrados tienen también su propio lenguaje.

Un lenguaje que poco a poco empieza a conquistarnos a todos, pues habrá de saberse que esta morralla tiene una habilidad especial para imponer sus usos y costumbres”.

Esta columna intenta eso, ser apenas un dique de contención, frente al mal gusto que avanza.