¿No hay más cronistas atentos en la prensa argentina? ¿No hay más quienes observen un hecho sencillo y luego lo conviertan en cuento fascinante?

Los cinco minutos del partido Riestra-Comunicaciones en la cancha de Defensores de Belgrano fue uno de esos acontecimientos que uno espera con ansiedad, aguardando el relato épico del año. Dos tiempos de dos y tres minutos, un equipo que tiene 300 segundos para convertir el gol de la Gran Esperanza. Un país deportivo expectante de un partido de fútbol que jamás hubiese visto, y menos durante la semana. El rating de los canales de cable que así lo confirman. Una historia del ascenso, pero que es la historia más singular ocurrida entre enero y agosto de 2017. Opacando al pase de Neymar.

Toda la mesa servida…y la maravillosa crónica nunca llegó.

Le podemos echar las culpas a la dirigencia de Riestra que impidió el ingreso a cuarenta periodistas que pidieron acreditación, quienes se quedaron en un bar de las inmediaciones del estadio. La excusa fue que la AFA recomendó el no ingreso de los medios “partidarios” pero alguien extendió la medida a todos los medios. Ambas resoluciones, absurdas y censoras.

Pero igual se podía. Una buena cobertura desde afuera, o simplemente con un seguimiento de la TV y un poco de ingenio en las cabezas y mucho de oído atento en las veredas y calles cercanas al estadio, hubiese confirmado que era posible la construcción de una página sensacional. ¿Qué pasaba por la cabeza del árbitro y cómo se preparó? ¿Quién ideó la bandera con la leyenda de Bielsa? ¿la previa en el vestuario? ¿Y qué pasaba si ganaba Comunicaciones? ¿Alguna jugada secreta que se preparó y falló?

Lo mismo para la televisión, que nada aportó de extra frente a la ilusión de quienes palpitábamos una infinidad de sensaciones extrañas. Toda la Argentina estaba por presenciar un hecho de esos que, sin saber de la certeza, se afirman serán históricos. Por suerte otros señores de las estadísticas y de la historia acertaron a recordar un Ñuls- San Lorenzo en 1946 de ¡setenta segundos! y un Huracán-Tiro Federal en 2007 de seis minutos y dos goles.

Lo más cercano a un diez por ciento de la crónica-maravilla fueron los esfuerzos de Ariel Ruya en La Nación, en su nota “Riestra- Comunicaciones: todo lo que la televisión no te mostró del partido”. Al menos allí se reflejaron pequeñas sinrazones y comentarios de una serie de personajes que se acumulaban en los alrededores del pequeño partido.

Bueno sería entonces repasar las posibilidad de hacer grandes crónicas de pequeños hechos. Dos maestros de la escritura y del periodismo bastan de ejemplo. Sólo hay que comprar sus libros, o ir a viejos ejemplares de Clarín y La Opinión. En el primero escribía Justo Piernes, en 1970, una fabulosa historia nacida el mismo día que lo mandan a Beazley, pueblo de San Luis a cubrir el acto inaugural de la primera canilla del lugar (2.000 habitantes) el mismo día en que los Estados Unidos mandaban otra nave a la Luna. En La Opinión, la sensacional narración de Enrique Raab en 1975, de las elecciones en el muy paquetísimo Jockey Club argentino.

Para que sepamos de qué se trata, va el final de la nota de Raab (periodista secuestrado y desaparecido por la última dictadura cívico-militar): “…No en vano la lista triunfante de Vázquez Mansilla llevaba como distintivo una raya roja que atravesaba su borde superior. Ese rojo no tiene, desde luego, las connotaciones políticas que podrían inferirse, pero sí representa la exhumación de viejo emblema autonomista, o se ala fraterna unión de conservadores y radicales. En el Jockey Club, esta ideología es casi revolucionaria, si se piensa que el miércoles por la noche, en la avenida Alvear al 1300, primer piso, sector biblioteca, un socio entendía que uno de los candidatos no tenía derecho a postularse. “Es un caradura”…cuentan que argumentó. Hay que tener tupè para presidir el Jockey sin haber viajado nunca a Europa”.