Si algo caracteriza – en líneas generales – al periodismo argentino es su poca seriedad a la hora de realizar denuncias, o de callarlas.

Revolear informaciones nada chequeadas y, lo que es peor, lanzar hipótesis que sólo existen en las afiebradas cabezas de los cronistas, comentaristas o conductores, es una vieja mala práctica que daña y corroe a la prensa argentina desde los tiempos de la última dictadura cívico militar.

Por ello, nuestra prensa es foco de muestras de vergüenza tras vergüenza a nivel internacional y hoy el periodismo argentino apenas puede contar, con los dedos de dos manos, a los buenos, serios y metódicos periodistas de investigación.

Aquí, casi nadie investiga, podría decirse.

EL periodismo deportivo agregó un elemento más a esta historia de desatinos permanentes: en los últimos días, luego del 8 a 0 de River a Jorge Wilstermann de Bolivia, un tropel de malos bichos salieron a enlodar a los jugadores bolivianos afirmando o colocando en potencial, un posible soborno y claudicación de los vencidos. “Sospechas de arreglos” afirmaba Clarín el 23 de septiembre en una nota sin firma en la que se podían leer cosas como estas:

Si bien hasta el momento no existen pruebas de que sucedió algo extraño en el histórico triunfo de River, en Bolivia todavía dura el enojo por la eliminación

Echado a correr el artilugio, lo demás siempre viene solo en el periodismo. Un periodista copia al otro, se leen los diarios como si fuesen fuentes de verdades (y son todo lo contrario) o se desparraman afirmaciones sin mencionar la fuente…sencillamente porque la fuente no existe y por eso centenares de periodistas en la Argentina empiezan sus sermones con el habitual fustazo de: “dicen que…” “fuentes cercanas…” “ayer estuve con un dirigente que me dijo que…”

En síntesis, la nada misma. O lo que es más indecente, mentir a sabiendas de la mentira.

Lo llamaremos género-fábula, y es muy utilizado entre los periodistas deportivos argentinos. El género-fábula tiene su madre y su padre en el periodismo político y económico, donde habitan y se reproducen los supuestos periodistas serios del país. Pero es allí donde acunan y crecen los más grandes desaciertos de la prensa de los últimos tiempos. Más que desaciertos verdaderas campañas para manejar información trucha a fin de contar con un título, un zócalo, o material para la sanata durante la semana siguiente.

El caso Wilsterman dio de comer desde la noche del 21 de septiembre hasta hace un rato nomás a la mayoría de páginas y programas deportivos del país. El asunto era rodar una versión y que cayera por la ladera frágil del sensacionalismo. Algo muy parecido a lo que se pretende hacer a nivel nacional con el caso del fiscal Nisman retorciendo las cosas hasta el límite para que unos cuantos ilusos en el país crean que se trató de un homicidio.

Nuestra prensa seguirá hundiéndose en el descrédito y la falta de honor mientras no aparezcan los jóvenes periodistas que a los periodistas-fabuladores los corran de cada lugar a fuerza de dos herramientas: la verdad y la honestidad. Esta semana al menos, uno de ellos volvió al sendero humillante de su realidad: Fernando Niembro será investigado por fraude en perjuicio del patrimonio de la administración pública