El bochorno que Horacio Pagani volcó en las pantallas de TyC Sports el miércoles 18 de octubre no es otra cosa que la expresión más auténtica de la realidad de nuestro periodismo. Y esta apreciación no corre solamente para el periodismo deportivo.

La prensa argentina en general, a excepción de los medios no fagocitados por el dinero, el rating y el estrellato, abundan en gritos, insultos y mentiras como única manera de obtener los resultados que ellos buscan: que se hable de los periodistas y no de las ideas.

Para el ambiente del fútbol, Pagani es una caricatura de periodismo, a quien todos los días sus seguidores esperan para que vocifere o lance desafíos que alimentan el espíritu barra brava que entretiene a muchos hinchas y futbolistas. Esta vez se enojó porque insinuaron que “sólo a los tramposos no les gusta la aplicación del VAR”. Una insignificancia desopilante.

Mientras los productores y fabricantes de programas están más preocupados en rellenar las pantallas con decenas de panelistas-periodistas que hablan, se chocan, no dejan hablar a los demás, destrozan el idioma y la paciencia, los protagonistas deportistas (y de los otros) aguardan que los cronistas y redactores retomen la vieja preocupación del siempre bien querido periodismo: ir al lugar de los hechos, allí donde ocurren los acontecimientos, hablar con quienes “hacen el deporte”, investigar, poner la oreja en la base del pueblo deportivo.

De eso, como en el resto del periodismo, poco y cada vez menos se hace. Las ansias de figuración, el deseo de que les pidan una foto o un autógrafo (no a los deportistas, sino a los periodistas!!!) los aleja cada vez más del cotidiano mundo de sufrimientos y alegrías del deporte. Gloria y drama del deporte están lejos de los paneles de entretenimiento, donde toda la espuma que crece es la espuma de la discusión alocada de los panelistas.

Tanto o más ocurre en las otras secciones del periodismo.

Estamos hablando de la misma prensa deportiva que en los portales del último domingo y en los periódicos y programas de hoy concentra sus informaciones en deportistas extranjeros y Ligas Europeas abandonando a los miles de deportistas argentinos que se rompieron el lomo en la semana. Haga usted una recorrida por los principales títulos y le parecerá que el ojo argentino periodístico se mudó a Londres, Madrid o a los Estados Unidos.

Hemos retrocedido mucho en estos últimos tiempos. Quizás este asunto venga de la mano de los aconteceres políticos que oscurecen a toda Latinoamérica. Algo muy parecido sucedió en los noventa, cuando el maldito poder de la TV estúpida encegueció a medio mundo logrando su cometido en parte, destruir el buen deporte, el buen leer, la buena política.

Ojalá sea un ciclo de mal-periodismo que pronto encuentre su agujero de salida y nos deje en paz. Sobre todo a quienes amamos la verdad.