Es triste el momento de tantos medios, pero hoy nos toca hablar de Dyn y de cuánto perderá el periodismo deportivo y el periodismo todo si hacen desaparecer a Dyn.

De algo no hay dudas: el periodismo pasa uno de sus peores momentos desde la recuperación de la democracia. Y los periodistas, ni les cuento.

Las herramientas para silenciar voces de miles de compañeros/as en todo el país se han multiplicado y van desde los centenares de despidos, cierres de medios, redireccionamiento de pautas publicitarias oficiales para ahogar a los medios opositores, cierre de programas en los medios estatales y empresarios truchos y ambiciosos que hicieron fortunas en el pasado para descaradamente bajar persianas dejando familias en la calle de un día para otro.

Días atrás, la fiesta de los Martín Fierro radial no pudo escapar a esta situación. De un modo o de otro, las voces salieron y el tema llegó, al menos por unos minutos, a la superficie.

No importa que se trate de una fiesta. Cuando hay que hablar de lo que nos pasa en materia de falta de libertad de expresión, cualquier escenario es válido.

Ya ocurrió en el pasado y seguirá sucediendo en el futuro mientras la guadaña de los gobiernos y de los patrones avance cual parca sobre las cabezas de quienes mejor tutelan la posibilidad de que, los sin voz, tengan voz. Y ellos se llaman, trabajadores de prensa.

Desde los tiempos en que Mirtha Legrand y otros famosos fueron forzados desde las bases (actores y periodistas) a decir algo sobre la situación nacional cuando les tocaba hablar durante las entregas de premios (1989-1990) y a pronunciarse contra los cierres de canales de TV para privatizarlos echando gente, mucha agua corrió bajo los puentes de la oscuridad.

Esta vez la situación es insostenible. La última mala noticia, de las que abundan todos los días, ha sido el anunciado final de la agencia de noticias DyN (Diarios y noticias), propiedad de varios empresarios de medios del país, pero dirigida básicamente por la despiadada mano de hierro del grupo Clarín. Todo indica que el 23 de noviembre será el último día de DYN. Y nadie hace nada desde el poder para frenarlos.

El conmovedor video #Dynestuvoahí que circula por las redes sociales, no debe ser pasado de largo en ninguna redacción ni en el mar de lectores que recorre los portales. Es una señal de vida frente a tanta crueldad que viene desde arriba. Dyn marca y marcó también una etapa distinta en materia de coberturas deportivas. Decenas de sus crónicas y centenares de sus fotos (vean las de Maradona o Messi o Palermo), marcaron momentos irrepetibles. Sólo mencionar a un par de periodistas, de tránsito deportivo, es una manera de homenajearlos y decirles muchas gracias.

Uno de ellos fue (y es) Alberto Ferrari, enorme redactor de aquellos que siguiendo la huella de Walsh no sólo decidieron dar testimonio en tiempos difíciles, sino que junto a otros compañeros de la agencia – en 1982- metieron las narices allí donde la mayoría de periodistas deportivos no se atrevían. De esos tiempos de DYN quedó, entre otras, la investigación sobre los fondos del Mundial 1978 realizado en la dictadura, tema sobre el cual nadie jamás había indagado. Eran tiempos en los que el almirante Carlos Lacoste aún era un señor con poder.

El otro es el actual editor deportivo, Néstor Moreyra, a quien años atrás desde la revista Un Caño homenajeamos como símbolo del periodismo anónimo y de abajo. Humilde seguidor de a pie de cada entrenamiento de la Selección Nacional en los tiempos de Bilardo, su constancia de cubrir las prácticas en el lejano campo de Ezeiza, se graficó el día en que Bilardo les dijo con sonra a los múltiples cronistas deportivos que creían saber de todo: “cuando quieran saber algo de la Selección, pregúntele a Moreyra”. Era la síntesis más clara sobre el periodismo que ya casi no existe: aquel que camina por el lugar de los hechos.

Dos mil quinientos puestos de trabajo se perdieron desde el 10 de diciembre de 2015 informan los sindicatos de todo el país. Una situación que no se vio nunca, no da para más bocas calladas.

Porque están clavando puñales a la libertad. Y el poder se ríe. Y refriega las manos.