Uno de los años más horribles de los últimos tiempos ha partido. Y para el periodismo deportivo quedó el postrero puñal lanzado desde la Rosada.

El insensible ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro, ordenó que la primera y única carrera de Periodismo Deportivo pública, universitaria y gratuita de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no reciba más financiación por parte del Ministerio

La queja de un centenar de alumnos/as y del organismo de derechos Humanos H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio)  se elevó para que el Gobierno dé marcha atrás  y no cierre la Tecnicatura en Periodismo Deportivo que, en convenio con la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, se dicta en la ex ESMA desde 2013 y por donde pasaron más de 650 estudiantes.

Todo ello ocurre mientras desde la prensa comercial se alienta la práctica de un periodismo deportivo bobo y no investigador, un periodismo que se preocupe por las estrellas europeas y por el deporte colocado al lado de la hiperviolencia (así nos contaminaron con ese adefesio llamado Ultimate Fighting Championship y todas sus variantes), un periodismo que jamás investigue al poder deportivo.

Las escuelas de periodismo deportivo en la Argentina  se caracterizaron por colocar ídolos de barro, relatores de cuarta, en los manuales y en las aulas. En una época los José María Muñoz, en otras Nimo, luego Aldo Proietto y el modelo El Gráfico de bombachas y borracheras, y para estos tiempos Horacio Pagani y unos cuantos chamulleros más.

Una minoría, combativa y estudiosa; capaz de dirigir la búsqueda de cada análisis en las profundidades donde se cocinan los negocios que impiden un deporte más bello, más transparente, más cercano al…Deporte mismo.

Las excepciones se consolidan en los pocos medios de siempre. Página 12, algunos periodistas de Clarín, Olé y La Nación a contramano de sus editores mayores, Ezequiel Fernández Moore, Gustavo Grabbia cuando no se deja llevar por la corriente oficialista, Alejandro Wall, Gustavo Veiga, la revista Un Caño y diversas trincheras de resistencia en las provincias y en los medios alternativos. Y el infatigable Tiempo Argentino, donde este fin de semana pudimos leer la entrevista a Ken Bensinger, el periodista de Estados Unidos que siguió el FIFAgate en la Corte de Brooklyn y que nos aportó esta data: La relación de Burzaco con Grondona fue central. Gracias a Grondona se pudo coimear a todo el mundo, ya que controlaba el fútbol sudamericano. En realidad, esa relación existía antes con Torneos, con Luis Nofal y Carlos Ávila. Ellos empezaron a coimear a Grondona. Nofal manejaba las coimas a Grondona y luego de que muriera en 2010 es Burzaco el que empieza la relación fuerte. De hecho, atestiguó que al principio no se llevaba nada bien con Grondona, pero aparentemente el dinero cura muchas diferencias”.

Mientras usted leía estas líneas, nosotros reflexionábamos: “y pensar que en la tecnicatura que pretenden cerrar, se enseña a cuestionar al poder de los dueños del deporte”. Es decir, la formación de periodistas que sepan meter las narices allí donde el poder de las corporaciones y sus aliados no quieren.

Es evidente que todo apunta a domesticar más aún a la prensa que día a día silencia buena parte del mal que sucede en la otra Argentina, la ausente en las pantallas. La que un día va a estallar.