“Me dijeron que en 20 minutos llueve”, dijo Marcelo Benedetto a los cinco minutos del segundo tiempo en la Bombonera, luego de que Mariano Closs le sugirió que la tormenta era inminente.

Ni después de los 20 minutos, ni en todo el segundo tiempo ni durante el resto del domingo llovió sobre el estadio de Boca y sobre Buenos Aires.

El desopilante fin de semana de transmisiones, comentarios, relatos y paparruchadas que giraron alrededor del Boca-River, dejaron para el análisis, más que los aciertos de conocimientos futboleros, o la sapiencia histórica o los análisis sociales y periodísticos de semejante acontecimiento que debieron hacerse, aquel grotesco de FOX en su transmisión de la mal llamada “Final del Mundo” (otro gesto de soberbia) que coronó la serie de estupideces que el periodismo argentino dijo y recontra dijo alrededor de la lluvia, un partido de fútbol y una cancha anegada.

Boca en este momento es preocupación y cierta tristeza. Es así aunque no se lo admita puertas afuera del club xeneixe. En el planeta River la sensación de que van a ganar la final del 24 de noviembre es tan abrumadora que podrían convencer a propios y extraños.

Pero más preocupación y tristeza nos sigue dando las antidemocráticas transmisiones de las cadenas monopólicas que aún dominan la TV argentina. Un día de estos se dedicarán a vendernos productos durante 89 minutos y tal vez nos dejen un minuto para apreciar lo que ocurre en la cancha.

Horrible lo de FOX. Ni siquiera Diego Latorre se salvó de la mediocridad general al sumarse ahora al equipo de periodistas lectores de chivos y publicidades que atemoriza por su escasa dicción de locutor. El espíritu quejoso de Closs pidiendo cambios de reglamentos con el VAR para que los relatores acierten en las posiciones adelantadas, sumó nada más que periodismo plañidero.

Las aventuras meteorológicas de los periodistas, que llegaron a su máxima expresión con el falso pronóstico de Benedetto, fueron tan abundantes que había para elegir en aquel delirium periodisticum de fin de semana.

Entre otros, Atilio Costa Fevre en radio Rivadavia, llamando cobarde al árbitro chileno Roberto Tobar, a las 15.15 del sábado porque según el relator, no salía al campo de juego a decidir si el partido se jugaría o no.

Lo  dijo después de mencionar a Marcelo Araujo, invitado a su cabina de transmisión, como un “maestro” . Gesto que indica su nivel de inteligencia y de formación periodística. Y todo para que el ex Torneos y competencias hablara de lo que menos sabe: de coherencia entre los intereses de la TV y la seriedad de un periodista. Justo él, que fue emblema del monopolio de Torneos y Competencias en la era Clarín-Carlos Avila.

Como buenos descubridores de pólvora que son, la mayoría de los periodistas deportivos argentinos cabalgaron sobre el campeonato mundial de “frases hechas”, disparates y menudencias varias, para sostener un sábado lluvioso entre las diez de la mañana y las ocho de la noche cuando  recurrieron a meteorólogos, lectores de pronósticos y supuestos especialistas en decir para dónde van las nubes.

A nadie se le ocurría agarrar el reglamento de la Conmebol para Copa Libertadores y sencillamente decir que conforme el artículo 175 el partido se jugaría al día siguiente por la causal de “fuerza mayor” contemplada en esa norma.

En nuestro país ya se sabía que iba a llover el fin de semana de la primera final y así fue. Sin embargo no hubo radio o canal deportivo o de noticias que preparase algo diferente. Mucho menos tenían el reglamento y el Manual de Operaciones de la Conmebol a mano.

El viejo recurso de colgar de la horca a los del Servicio Meteorológico porque no pueden predecir el minuto exacto en que una tormenta se detiene, es la característica de la mayoría de periodistas que “se las saben todas”.

Una vez más, entonces,  la desilusión. Quedan dos semanas para la otra final. ¿estudiarán? ¿aprenderán?