Cuarenta años atrás, cuando me tocó cubrir mi primer incidente bravo en estadios de fútbol (crimen de un hincha de Chacarita por disparo de un hincha de Platense, en San Martín) escuché aquella advertencia que sonaba seria: “son los idiotas de siempre que causan la violencia”.

"Siempre se tiene que jugar. La pelota no se puede parar. Hay que buscar soluciones para que los partidos no tengan que ser suspendidos. Son unos idiotas que arruinan la fiesta. Hay que sacarlos del fútbol", fueron las declaraciones del presidente de la FIFA Gianni Infantino durante su paso por el G-20, cálidamente invitado para que los dineros del pueblo mantuviesen en clima de fiesta al dirigente máximo de un fútbol que día a día aumenta los lujos de sus directivos al mismo ritmo que crece la intolerancia en los estadios argentinos.

De 1979 a 2019 (aprovechemos para despedir a este 2018 de tristezas) la coincidente unidad de centenares de dirigentes y periodistas deportivos ha sido la de calificar como idiotas a los que insultan, agreden, lanzan piedras, balas o gases lacrimógenos o gas pimienta en los difíciles escenarios del fútbol de nuestro país. Casi un remedo del Perón de 1974 que creyó que aliviaría los dramas sociales y de injusticia si llamaba estúpidos imberbes a los jóvenes que le reclamaban en la Plaza de Mayo bajo las banderas de Montoneros y la JP en los climas de violencia de entonces.

La falta de comprensión, de estudio y de análisis sobre las múltiples razones que llevan a los hinchas del país a desatar violencia contra locales y visitantes, nos arrojó a los brazos del facilismo y el sinsentido para probar suerte en el intento de poner fin- algún día- el fin de la sangre y la muerte en las canchas.

Algo así como quienes creen que a los piqueteros, o a la violencia social de las calles y los pueblos, se la arreglará con nuevos códigos penales y mejores armas y puntería en las manifestaciones.

Todos ellos olvidan que no en vano, el mayor analista de todos los tiempos en la humanidad, supo dar con certeza en el diagnóstico y , quizás, en la consecuente solución: “La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, dijo Carlos Marx hace 170 años.

Y si no que les pregunten a los miles de franceses que dieron vuelta París hace 48 horas, quizás muchos de ellos ignorantes de las máximas de Marx.

Infantino se paseó por el teatro Colón, fue atendido como un príncipe, y en el mientras tanto, jamás se le ocurrió elaborar un plan de acción para el largo plazo que intente una solución.

Solución que existe y que no debe contemplar jamás que los partidos que se tienen que jugar en la Argentina terminen en un estadio español, castigando a los hinchas no violentos con el peor de los remedios: perder sus dineros y su valioso tiempo en beneficio de quienes siempre se la llevan atada.

¿Y el periodismo deportivo en qué anda?

Algunos lagrimeando en los estudios de televisión o en las páginas de sus diarios, casi al grito de “idiotas, idiotas” para autoconvencerse de que mientras más digan la palabra “idiota” menos violencia habrá en el fútbol. Pasan los días y las coberturas de lo ocurrido con el River-Boca y la Libertadores se limitan a las cuestiones superficiales e inútiles que emboban y no dejan pensar.

Hace poco un periodista, de los menos brillantes del país (Fabián Doman), hizo un análisis sobre la cobertura televisiva de la invasión del G-20 en la Argentina y acertó: “La televisión resolvió que la cumbre del G20 eran el operativo de seguridad, las explicaciones de ceremonial de los diferentes acontecimientos, la cobertura –eterna- de los aterrizajes de los presidentes, que ninguno en ningún caso hizo una sola declaración pública (lo que hubiera justificado semejante expectativa) y debates interminables sobre la altura de las faldas de las primeras damas”.

Algo así pasa con la mayoría de la prensa deportiva local. Las distracciones diversas en las que nos meten diariamente (si Angelici es más guapo que D’Onofrio, si el pasaje a Madrid sale mil dólares más o mil dólares menos, si la Copa debería llamarse Conquistadores de América) impiden los razonamientos, propuestas y planes concretos para que algún día logremos que las inmensas mayorías comprendan y gocen de un partido de fútbol sin el odio al enemigo. Para ello hay que estudiar mucho socialmente, buscar, encontrar y avanzar sobre las razones que alimentan durante décadas el odio.

Aún hay tiempo. Al menos les podemos dar cuarenta años.

Infantino en el G20

Fernando Marín, Alejandro Domínguez y Gianni Infantino en la Gala G-20 del Colón