Las tapas de los diarios argentinos saludan al nuevo campeón. Al fin el periodismo deportivo pone los ojos en Tigre. Algo de eso dirán los hinchas del equipo que dirige Pipo Gorosito.

No hace falta ser tan drásticos. Para unos cuantos periodistas, no hizo falta este título para llamar la atención sobre un plantel que juega bien y consigue objetivos, más allá de la noticia de su descenso 2019. De Tigre se habló en cierto grado durante los últimos meses. Nos incluimos. Quizás no lo necesario, pero no se trata de un gran olvidado.

De todas maneras su triunfo del domingo obliga a las siguientes reflexiones acerca de una prensa deportiva, que al igual que las demás especialidades, aguarda situaciones extremas (una Copa, resultados sorpresa, un muerto, accidentes, hechos de violencia) para ocuparse de las instituciones y los deportes que llamamos “chicos”. Para ocuparse de los que menos tienen.

  1. Nuestro fútbol merece desde hace tiempo otra mirada. No somos – por suerte- la maquinaria de consumo y de show que se exhibió el pasado sábado en la final de la Champions entre Liverpool y Tottenham. Somos otra cosa, aunque pretendan convertirnos en una réplica de los ámbitos comerciales que llegan desde Estados Unidos y otras tierras arrasadas por el “quien más tiene, más puede”. Por ejemplo, no es casual aquí nuestra resistencia a las sociedades anónimas al frente de los clubes.
  2. Lejos de aquel deporte tragamonedas, la Argentina produce cierto grado de igualdad en las competencias.  Un fenómeno difícil de explicar, pero que a nuestro entender responde a concepciones políticas y sociales de los criterios e igualdad: aquí es muy difícil ver a los humildes agachar la cabeza.
  3. Nuestro periodismo aún tiene el balde en la cabeza y se niega a contemplar este fenómeno. Sólo unos pocos se rebelan contra el criterio monopólico de admitir este curioso fenómeno nacional. Así nos va: por abajo, en el llano deportivo, existen a diario fenómenos y apariciones que convierten a la materia deportiva argentina en un ámbito de resistencia implacable, aun cuando las estrellas del periodismo del deporte las ignoran.

Tigre campeón merece una serie de reflexiones que no se solucionan con el fácil argumento de “adjudicarle la hazaña” a Pipo Gorosito.

Es que a miles de periodistas les resulta imposible explicar el peronismo, o entender porque los pueblos mantienen en su memoria histórica a quienes alguna vez hicieron algo por los que menos tienen. Lo mismo les pasa a quienes desde el ámbito deportivo les resulta incómodo y demasiado agotador bucear en los extensas aguas de la práctica deportiva cotidiana para saber por què los Montillo o los Cavallaro o cualquier otro apellido que tiremos del Tigre campeón, son una expresión del futbolista argentino que se rompe el lomo entre los dilemas del juego bonito (porque soy de aquí) o convertirse en una máquina de correr para ser bonito como el que juega allá, en Europa.

Hay que buscar en la base, en los barrios, en los escenarios territoriales del deporte y la vida cotidiana, las razones por las cuales el deportista argentino más humilde pelea sin cesar. Sólo así se explicará este Tigre campeón.

Y esa búsqueda incluye no eludir el foco en todos nuestros otros problemas; los que solucionaremos de la mano de gobiernos sin globos imperiales. Asì y todo,  la Argentina más auténtica es la que representa Tigre.

Todo ello Boca debe aprenderlo. Y mucha de su gente también.-