Todo el veneno que destila la camarilla deportiva (Niembro, Pasman, Caruso y mil más) se desliza por los medios de comunicación cual si fuesen los lamentos de una generación que se despide.

Ojalá algún día ocurra.

Especialistas en pisar al caído abundan en la Argentina. Son aquellos a quienes el desprecio por los demás se combina con sus aires de superioridad y prepotencia al punto de cuestionar a los Di María, los Agüero y los Messi, con el solo afán de conseguir un puntito más en sus programas, o una palmadita por la calle, siempre y cuando no le ensucie el último modelo que lucen.

La Selección perdió de nuevo. Y no jugó bien. Nada nuevo en los últimos tiempos, sólo que los sabelotodos del periodismo deportivo, entre los cuales nunca brillaron los anteriormente nombrados, aún creen que con dos gritos de histeria de la prensa, las cosas en el deporte se transforman.

Los futbolistas argentinos que se ponen la camiseta están en el momento de mayor sufrimiento. Hay que empezar una etapa y el consejo que más han aceptado es que agachen la cabeza y arranquen de cero. Nada fácil para quienes se codean con las luces, el dinero, las cámaras y esa especie de cielo que es la idolatría popular. Es el baño de humildad que se reclamó. Y que unos cuantos periodistas necesitan desde hace décadas.

La etapa del seleccionado es la de reconocer que ya no hay espacio para sobrar a los demás, ni estímulos alentadores que lleguen desde los cuadros costados. Hoy la manera de recuperar la confianza – aún en las derrotas- es la humildad llevada al máximo extremo.

No será fácil. Frente a ellos está el insoportable periodismo deportivo que sueña con el premio “al periodista-entrenador”, aquel que cree que sabe cuál jugador es el que debe estar en el campo de juego en el momento justo, y que se desvive por andar mostrando el cuchillo entre los dientes y pidiendo despidos a mansalva.

Es, casi-casi, la vida del periodista de fútbol en nuestro país. Si no ganás, ándate. SI no traes la Copa sos un inservible.

Ahora hablan del aspecto generacional. Solicitan que rueden las cabezas de los últimos exponentes de aquella selección subcampeona del mundo en 2014. Y hasta se atreven con Messi, a quien, de no mejorar las cosas en estas próximas horas de la Copa América Brasil 2019, le cavarán la fosa, lo pondrán en cuclillas y le colocarán el pie sobre la espalda para empujarlo hasta que caiga.

¿Atropello a la razón?

Qué duda cabe. La humildad en el periodismo hace rato que la expulsaron. Desde aquellos tiempos noventosos en que la dupla relator-comentarista del monopolio ganaba más dinero que los futbolistas, desde los tiempos en que la maldita TV hizo lo que hizo con la prensa, ya no hay lugar para los periodistas que comentan los partidos, los escenarios deportivos, la competencia, o los momentos históricos de un deporte, con la sapiencia de quien admite que hay etapas y etapas. Con la preocupación de quien ha investigado sobre todo lo que rodea a una Copa. Y que lo mejor para levantar cabeza es un reconocimiento de cuánto tenemos, cuánto valemos y cuánto hay que pelear desde abajo.

Los tiempos difíciles se transitan sin resultados al alcance de la mano. Y la paciencia es una hermana que, pronto muy pronto, llega para ayudarte. Le tenemos fe a los equipos que vendrán. También al periodismo que vendrá, el de los muy jóvenes.

Será el hermoso tiempo de la revancha.