Ahogado por el silencio o la minucia de los medios, la vida del boxeador santafesino Hugo Santillán cuelga de un hilo en estos momentos.

Su angustia y el desconsuelo de su desdicha fue televisado en vivo y en directo por TyC Sports en la noche del sábado. Mientras leían las tarjetas de su última pelea ante el uruguayo Abreu, su cuerpo se desmoronaba a causa de los golpes que el cerebro habia recibido. 

Miles lo vieron desplomarse. Otros miles siguieron por los canales la transmisión de su viaje en camilla rumbo a la internación en San Nicolás.

Otro boxeador que ha sido doblegado por la realidad de una actividad a la que nunca le llega la despedida porque somos lo que somos: una humanidad sin humanidad. 

Pocas veces las transmisiones han logrado captar el segundo a segundo de un derrumbe de tal magnitud. ¿Servirá esta vez para la reflexión que este cronista algún día comenzó? ¿Ha llegado la hora de preguntarse por millónesima vez si las acciones humanas de competencia que causan daño y lesionan o matan merecen permanecer en la lista de los deportes?

Nuestro periodismo deportivo, como el de buena parte del mundo, no es educado en las fortalezas del respeto a los Derechos Humanos. En general, al periodista deportivo se le inyectan buenas dosis de marketing, fanfarronería, espectáculo, chauvinismo y formas de hacer negocio.

Asi nos educaron y salvo excepciones, así se educa a la prensa del deporte. 

Por eso la reflexión, el debate alrededor de principios humanísticos, loables, nobles, donde prevalezca el desinterés y brille la generosidad y la solidaridad, es agua de un pozo del que en general, no bebemos.

Ocurren cosas horribles en el mundo deportivo. Como en la vida misma. Buena parte de la responsabilidad por mejorar este mundo, la tiene la prensa. A mayor prensa con ánimo de lucro, menos prensa que piensa en los pueblos. En el bienestar de los pueblos, en los derechos de los pueblos, en la vida de los pueblos, en el dinero de los pueblos.

Ahí andan las excepciones. Cuando las vemos las exponemos. Días atrás el periodista mulideportes Ernesto Rodríguez III, en su página Ephectosport publicó una serie de nueve notas donde desnuda las tramollas, negociados y compras oscuras del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en la organización de los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2018. La soledad de sus trabajos investigativos son la otra cara del periodismo aplaudidor que se cree que el fútbol profesional es el único plato que hay que servir en la mesa deportiva, mañana , tarde y noche. 

A la Real Academia Española le llevó 400 años incorporar a sus términos la "violencia de género". Al parecer los señores y señoras que velan por nuestro idioma, estaban muy ocupados en otros menesteres, y en pocos días se animarán a reconocer que el machismo hizo estragos con la lengua, además de con las armas y los cuchillos y las manos.

Algo parecido sucede con el periodismo. Encandilados por las  luces de la TV y ahora con las de las redes sociales, los periodistas de hoy quieren billetes y rating más que verdades y buenas acciones para con la sociedad.

Mientras todo ello ocurre, deportistas abandonados por la falta de noticias y por el descuido gubernamental  suben y bajan de los escenarios, trabajando por la gloria.

Uno de ellos se trepó al ring hace unas horas.

El hombre se llama Hugo Santillán. Pronto, muy pronto, será olvidado...