Los homenajes del fin de semana al Tata José Luis Brown emocionaron al público futbolero. Cuando cada uno de los capitanes de los capitanes mordía la camiseta y ponía su pulgar dentro del agujero como recordatorio de aquel gesto de resistencia de Brown en la final del Mundial de México, el fútbol dejaba lugar a la memoria y la memoria traía la dignidad de un hombre que sufría pero jugaba.

En estos días, gran parte del periodismo llevó a Brown hasta la cima de la gloria en cada nota, cada video, cada título que se escribió sobre él. Digamos que era lo menos que se esperaba de una prensa bastante correcta.

Pero como suele suceder, hay quienes están un paso adelante en este mundo de la comunicación. Son los cronistas deportivos que ante una noticia (en este caso el fallecimiento de Brown a causa de una enfermedad neurodegenerativa –Alzheimer) salen a buscar el más allá de la información.

Roberto Parrotino en Tiempo Argentino supo mirar el por qué de algunas cuestiones. Desde hace un buen tiempo, en los subsuelos de la noticia sobre lesiones y enfermedades, diversos médicos exploran el trabajo de superexplotación al que este sistema somete a los trabajadores del deporte.

Uno de los temas “escondidos” es la ausencia de prevención y de protección ante las múltiples exigencias físicas.

En la nota de Parrotino se cuenta una realización de la Federación Inglesa de Fútbol que produjo algunas investigaciones sobre una hipotética relación entre cabezazos y otros golpes del juego y diversas enfermedades cognitivas que sufren muchos futbolistas. Entre ellos Alan Shearer, ex jugador de la selección inglesa, del Southampton, Blackburn Rovers y Newcastle, quien metió 30 de sus 330 goles de cabeza. 

"Por cada uno que marqué de cabeza, los metí mil veces en los entrenamientos" dijo Shearer, quien a los 49 años sufre pérdidas de memoria y lo admite en el documental La demencia, el fútbol y yo de la BBC. Otros grandes jugadores ingleses – cuenta Parrotino- como Martin Peters, Nobby Stiles y Ray Wilson, fueron diagnosticados con mal de Alzheimer.

Si al parecer ciertas medidas preventivas ya se ejecutan en los Estados Unidos, (prohibición para que los menores de diez años cabeceen y limitaciones en los entrenamientos a los que tienen entre 11 y 13 años) es porque se han encendido las luces de alerta.

Por eso la acción del periodismo resulta útil e imprescindible. Buena hora en la que aparece la nota de Parrotino y nosotros podemos multiplicarla. No ver, o no querer ver, las evidencias de muchas de las cosas malas que suceden, nos lleva a tragedias. Y si no mírese la necedad y la venda que se pusieron los periodistas que durante años, en nuestro país, se negaron a profundizar las verdaderas razones que arrojaron a centenares de familias a dormir en las calles y bajo las autopistas de la Argentina por las políticas de hambre que se nos imponen. 

En la Argentina tenemos poca información al respecto. Los casos de Batistuta (hace unos años confesó que pidió a un médico le cortara las piernas por el dolor en sus tobillos) y de Maradona, recientemente operado de una sinovitis aguda y artrosis en una de sus rodillas, pusieron sobre la mesa el viejo asunto de las consecuencias de años de infiltraciones en las piernas de los jugadores. Por los consultorios de traumatólogos y neurólogos, transitan multitud de deportistas. 

Lo hecho, hecho está. Pero este hurgar en el pasado y comprometer al presente quizás nos ayude a saber qué deben hacer los médicos y dirigentes de los clubes y qué no deben hacer con los cuerpos de los futbolistas y otros deportistas.

La memoria de Brown así lo pide.