Ahora que unos cuantos se dieron cuenta (no es lo mismo que comprender, reflexionar y repensar) cuál es el orden de prioridades en la vida, el mundo del Deporte se agita al ritmo de una obviedad que no era obvia: la desproporción entre quienes se la llevan toda y quienes apenas cuentan con alguna moneda para sobrevivir.

Miles de mensajes en las redes sociales del plantea acercan consideraciones acerca de la injusticia entre las ganancias  multimillonarias de unos cuantos privilegiados (mayoritariamente hombres) y el sueldo de enfermeras/os, trabajadores de la salud, médicas/os, científicos/as.

Claro. Nunca fue justo que por patear la pelotita se ganase más que por salvar vidas.

Pero la prensa comercial y hegemónica impulsó siempre la consigna de que “así es el capitalismo” y si no te gusta andate a Marte, o a Cuba.

Hoy, cuando se aplaude a las mujeres y varones que dejan sus días y sus noches en las salas colmadas de los hospitales públicos y privados, todo pensamiento para lograr que de una vez por todas cambie el mundo, debe ser bienvenido.

Aquello que Jorge Valdano llama (en su última columna en El País de España) el “mecanismo virtuoso” del fútbol que se ha trabado por el coronavirus, no es nada que merezca llamarse virtuoso. Dudamos del tipo de esperanza que mantiene Valdano . Dice el ex delantero y actual “aventurero empresarial” (así se desprende de su página web) que esperamos el regreso del fútbol con los brazos abiertos. No precisamente: lo que muchos estamos esperando es el regreso de otro fútbol, y nos referimos al mundo del fútbol en su totalidad; un fútbol más democrático, más igualitario, y donde la fiesta de dólares y derroche que danza alrededor y se pierde en las cuentas bancarias de miles de comerciantes que hacen dinero fácil con la pelotita, se reparta de otra manera.

La llamada industria del fútbol, que no es otra cosa que la rama principal de la industria del deporte, debe ser puesta en objeción muy fuertemente en estos días que se vienen.

Si el coronavirus no sirve para entender lo mal que la pasan los habitantes de la Zavaleta aquí en Barracas o del Barrio La Olla en Corrientes, o los jugadores de muchos clubes del ascenso, es porque el periodismo vuelve a darle la espalda. Si los reflectores estarán puestos en los y las argentinas varados en los aeropuertos internacionales del mundo y no en la realidad de la salud de quienes menos tienen, la derrota del humanismo será otra vez cruel y mucha.

No aplaudan – como hacen algunos periodistas de Infobae - a Messi, y a otras estrellas del Barcelona, por aceptar ajustes en sus próximos abultados salarios a fin de adaptarse a la crisis del coronavirus. Aplaudamos cuando esas rebajas sean definitivas, enormes, y las ganancias se destinen a construir barrios, escuelas y hospitales. Sigamos aplaudiendo a los y las trabajadoras de la salud y hagamos que se callen los idiotas que los denigran el resto del año cuando hacen paros y piquetes pidiendo gasas, camas, ropa de trabajo, medicamentos y barbijos.

De aquí en adelante es sólo cuestión de frenar la codicia y obligar a repartir riquezas.

Nada puede ser igual que antes. “Debiles y poderosos/de morir nadie se escapa” compuso Amparo Ochoa en esa genialidad que parece escrita en marzo de 2020 (“La Calaca”). De a poco, y mientras la parca hace lo suyo, unos cuantos lo advierten.

Han volado por los aires todos los pronósticos, todos los sabios, los analistas de Wall Street y de los diarios financieros, los pareceres de los dueños del mundo.

Y no fue Marx. Que está muerto, desde 1883.