John Carlin, el periodista británico que desparrama sus notas en la Argentina en el diario argentino de la calle Tacuarí, se ha sumado a la extensa lista de periodistas del mundo que atragantados por la flojera de ideas alrededor de la falta de actividades deportivas, ya escriben y dicen cualquier pavada.

Ya es sabido que lo recomendable para hablar de ciertos temas relacionados con el coronavirus va por dos puntas. Una es consultar a los que saben en la búsqueda de informaciòn. La otra es callarse la boca y…poner en los medios música, o buenas fotos de los/las colegas reporteros gráficos.   

Una supuesta tercera vía, elegida por amplias mayorías de escribidores y habladores, es la de recitar diariamente pronósticos sin sentido y ocurrencias alrededor de un futuro que ellos mismo inventan.

Medianoche del domingo en radio Continental. Dos señores hablan de la reanudación del campeonato argentino de Primera División (disculpen si no decimos La Liga, o la Superliga o la Liga Extra Large pero ya no sabemos ni cómo se llaman los torneos) y uno de ellos habla de marzo de 2021 y lanza algo parecido a una primicia: “parece que antes volverán los torneos sudamericanos pero no sabemos en qué van a viajar los equipos argentinos porque los aeropuertos está cerrados”. Parece una competencia de malos chistes en la que nadie sabe nada. Y entonces deliran.

Pero como de Carlín se trata, es bueno que se conozca su desopilante posiciòn de reclamar que se abran todas las puertas para que alegremente se jueguen los partidos con público. Al artículo le pusieron el gomoso título “El fútbol profilático” y con su bajada de línea se intenta convencernos de que los gobiernos que cuidan a sus pueblos y a su gente mayor, o la OMS, son algo así como desorbitados.as que nos llevan derechito a la Edad de Piedra.

Yo me pasaré los días que me quedan con el alegre convencimiento de que existe la misma posibilidad de que me mate el virus que de morir atropellado por el Ferrari del Kun Agüero, o asfixiado por una máscara durante el acto sexual”, cierra su artículo el colega británico que escribe para Clarín.

Los tiempos del deporte (y no sólo del fútbol) ya van a venir señor Carlín. Seguramente nadie de su familia, ni de sus amigos ha fallecido por esta peste que nos cruza mundialmente y que gracias a los trabajadores de salud y los buengobiernos se ha logrado lentificar un poco sus efectos, siempre y cuando escuchemos a los que saben, y están entregando su corazón y su vida para que otros puedan escribir (o hablar) muy comodamente desde el lugar más tranquilo del mundo: tal vez un cómodo piso en el centro de Barcelona, como Carlìn, sin las inclemencias del trabajo superexplotado. 

Allí, a esos placenteros edificios, aún no les llegó la noticia de que hay miles de futbolistas del mundo, que no pueden ni podrán, ni les interesa comprarse la Ferrari. Y a quienes hay que proteger para que no se contagien, ni contagien a los más viejos, entre ellos milones de ex deportistas que no merecen morir antes. 

O aún no se enteraron que las Ferraris está muy caras, y no transitan las calles de Laferrere.