O nos parece, o cada día menos argentinas y argentinos les creen a los medios económicamente más ricos del país. Se trataría de una buena noticia, sin dudas. La celebración de un 7 de junio más como el Día del Periodista (alguna vez se corregirá por el Día de los trabajadores/as de prensa), ocurrió en una semana donde la prensa deportiva argentina cuasi monopólica observaba con envidia la llegada de una serie sobre Julio Grondona y otros corruptos dirigentes del fútbol latinoamericano. 

Sólo que la serie “El presidente” que habla, entre otros, del hombre de mayor poder en la historia del deporte nacional, la hizo una productora mayoritariamente chilena, con actores chilenos, un codirector argentino (Armando Bo) y un solo actor argentino (Luis Margani, como Grondona).

Precisamente uno de los motivos del descreimiento que señalamos en nuestro primer párrafo, es la enorme complicidad y silencio que la prensa deportiva en general guarda con la corrupción que relaciona a las grandes cadenas de TV con el mundo deportivo. Allí donde circulan los dolares que marchan a guaridas fiscales, negocios ultraturbios y múltiples lavados de dinero.

Cuando cuatro años y medio atrás (noviembre de 2015) estalló el llamado Fifagate y varios de los empresarios, gerentes y dirigentes de las empresas comercializadoras de derechos de televisión marchaban presos (aunque sea unos minutos), nos abrigó la liviana esperanza de observar un mea culpa en las páginas y espacios deportivos de las principales cadenas (Fox, ESPN, TyC Sports, TyC, Grupo Clarín). Nuestra ingenuidad se multiplicó cuando anhelamos, por unos segundos, que tras el mea culpa, arribasen capítulos y capítulos dedicados a la investigación periodística que diese cuenta y terminase con tanta mugre en nuestro fútbol.

Pero no hubo ni hay forma.

Ahora tendremos que conformarnos con esperar cada capítulo de la serie (para verla hay que pagar servicios adicionales que los sectores populares no los tienen, aunque el primer capítulo es gratis) y enterarnos de las joyas de maldad que coronaban a estos personajes, privilegiados presos domiciliarios que nunca devolverán lo robado.

Se trata de una ficción basada en hechos reales. Algo así como el pre-periodismo de investigación. Algo es algo. En el inicio, con mucho tono ridículo, se muestrna desde las enroscadas y sucias elecciones en las asociaciones de fútbol, hasta la circulación de sobres con dinero para garantizar los votos a la hora de tomar decisiones sobre torneos y Copas. 

El domingo siete de junio, para homenajear a las y los periodistas en su día, la TV Pública fue uno de los pocos medios que se acordó de Rodolfo Walsh, el símbolo de la prensa que denuncia y se ocupa no sólo de funcionarios estatales sino de los caretas privados que evaden; es decir, que roban de a toneladas. Un documental sobre la vida y obra de Walsh ocupó la noche del domingo. ¿Cuántos periodistas lo miraron?

 Ojalá alguno de los periodistas deportivos, o alguna de ellas se le atreva al deporte, al fútbol, a los cuestionadísimos derechos de TV. Las nuevas generaciones tienen tanto para hacer, que si toman el uno por ciento de Walsh, la historia de nuestras miserias podrìa cambiar.

Mientras esto pasa leemos en Clarín que, en vez de tomar ganas y ponerse a investigar las pistas de la estafa en FIFA, Conmebol y AFA, la noticia es la probable demanda que la familia Grondona le iniciará a Amazon, la plataforma de streaming que emite la serie. 

Otra burla. Otro chiste. Otro mundo al revés.

Después se preguntan ¿por qué será que no nos creen?