El impacto y la conmoción que algunas series logran en la conciencia de los espectadores nos lleva a una intriga: ¿se trata de un género periodístico en nacimiento? Se dice que el poder de la ficción es más poderoso que la muestra de la realidad porque sabe contar una historia. No estamos de acuerdo. El problema es que el periodismo no sabe contar historias. Salvo excepciones, que no abundan en los grandes medios.

La agitación que produjo la serie El presidente en Chile es tal que hoy se revuelven viejas deudas con el periodismo. Por ejemplo, el momento en que el Círculo de Periodistas chileno premió a Sergio Jadue, el corrupto dirigente de los sobornos del FIFAgate, como “el dirigente del año” en 2013. Dos años más tarde, luego de conocerse los primeros detalles de los chanchullos del fútbol, le retiraron el premio. Ya era tarde.

Aquí en la Argentina falta hablar de las maravillas y loas que muchos periodistas argentinos les dedicaron a Julio Grondona y tantos otros presidentes de clubes mientras llevaban a la ruina y a la violencia la vida deportiva del país.

Otras series como El último baile, Juego de Caballeros, Losers o Carlos Monzón, permitieron ver – aunque muchos años después- los rostros ocultos de los negocios, los crímenes, los deportistas menos conocidos gestores de hazañas y el rol triste de los medios en la vida deportiva. Algunas series recurrieron a la ficción, otras exploraron el luminoso terreno de los documentales. Qué bueno sería que el acceso a las series se liberase para toda la sociedad.

En la novela “Número Cero”, gran obra de Umberto Eco, se cuenta la historia de un extraño señor Simei, quien arma una redacción con periodistas que se dedican a preparar diversos “números cero” de un diario que nunca se publicará.  Esas ediciones jamás publicadas las utilizará su dueño, para extorsionar. Allí un periodista de apellido Braggadocio dice: “El caso es que los periódicos no están hechos para difundir sino para encubrir noticias”.

Ha sido el caso de buena parte de la prensa deportiva argentina de alta exposición que encubrió, durante décadas, a la dirigencia deportiva argentina del lujo, el despilfarro, las sociedades anónimas y el malgobierno.

Mientras otros dirigentes de clubes pequeños dejaban la vida para lograr oxígeno en las múltiples crisis neoliberales, el foco de los grandes canales deportivos de TV  y los medios hegemónicos siempre  giraba alrededor de Fútbol de Primera, el oscuro comercio de los derechos televisivos y el profesionalismo de los millones de dólares.

Esa generación de prensa deportiva que encabezaron Araujo y Niembro y dejó cría, equivaldría a aquella de la prensa política de Nesutadt y Grondona que dejó cría. Hoy los y las sufrimos.

Sólo el arribo, a ritmo de revolución, de una juventud de mujeres y hombres periodistas que rompan con aquel modelo dará garantías de una prensa distinta en la Argentina.

 El regreso de millones de atletas a la actividad en los próximos meses nos pondrá a prueba. O le dedicamos horas y horas a la vuelta de la Liga Española, de Messi y las superestrellas, o nos concentramos mayoritariamente en la titánica labor de quienes buscan ganarse el pan con un esfuerzo diario en cada campo, cada pista o en las instalaciones de un club.