La cinefilia, siempre la cinefilia. Incluso cuando uno no sabía de su existencia, cuando no estaba todavía en esas discusiones. Pero la cinefilia y sus opiniones, sus secretos compartidos siempre llegan una vez que ya estamos en ella, aunque sea retrospectivamente. 1985, Festival de Venecia, se presenta en competencia Tangos, El exilio de Gardel, de Fernando “Pino” Solanas, y recibe el Premio Especial del Jurado, entre otras distinciones. Luego llega, en 1986, en la Argentina; había otros plazos de estreno en ese entonces. La ven más de 600.000 personas. El exilio de Gardel y la tanguedia. Los tangos del exilio. La música de Piazzolla. La fotografía del Chango Monti. El éxito. La imagen icónica de Gabriela Toscano. París y sweaters -en esa época se le decían pulóveres- de colores llamativos. Sombreros. Lautaro Murúa, Philippe Léotard, Marie Laforêt, Miguel Ángel Solá, Marina Vlady. Película comentada, debatida, cantada, decididamente conectó con la piel de su época (una explicación importante del éxito, según Jean Cocteau).

Pero en 1986 se estrena en Francia otra película filmada allí por un argentino. La película no se estrena pronto en la Argentina, pasan algunos años, hasta 1989. Y la cinefilia, siempre la cinefilia, llama la atención desde 1985, incluso sin verla, sobre esta otra película de exilio y tangos. Y París. Y la fotografía de Ricardo Aronovich. E interpretada por uno de los grandes bandoneonistas: Rodolfo Mederos, que se hace actor para la ocasión. El director, Hugo Santiago, vivía desde hacía mucho tiempo en Francia. En años de regreso a la Argentina filmó Invasión, nada menos, en la que trabajó junto a Bioy y Borges.

Las veredas de Saturno fue vista por mucha pero mucha menos gente que Tangos, el exilio de Gardel. Pero la cinefilia, siempre la cinefilia, la convirtió en un objeto mucho más mítico. Esta semana murió Hugo Santiago, y Las veredas de Saturno vuelve a la memoria, incluso con alguna nitidez mayor que Invasión (o todo lo contrario de nitidez, y tal vez debamos hablar de una presencia más fantasmagórica, pero más intensa). Y busco la banda de sonido en Spotify y, claro, no está. Bueno, tampoco está la banda sonora de El exilio de Gardel. Busco el CD de Las veredas de Saturno. Lo escucho. Un CD, el pasado. Un objeto físico. Y recuerdo que escribí sobre su edición, que también fue tardía, en el año 2000. Y busco otro objeto físico: la colección encuadernada de El Amante, porque recuerdo que en ese momento, hace 18 años, escribí sobre la banda de sonido de Las veredas de Saturno. Fue en el número de mayo, el que también incluía la cobertura del segundo Bafici, el último de los Bafici en los que no trabajé para el festival. Dos años después habría retrospectiva de Hugo Santiago en el Bafici, más la edición de un libro sobre la obra del director, y un año después se exhibiría El lobo de la costa oeste, película de 2002. Santiago recién volvería a dirigir 13 años después. Y fue su regreso -y también el regreso de su cine a Buenos Aires- y su última película: El cielo del Centauro, guionada junto a Mariano Llinás, película de apertura del Bafici 2015.

Vuelvo al CD de Las veredas... y al año 2000: encuentro lo que escribí, y para eso uso el índice del número para encontrar la sección de música (qué raro es no googlear algo). Lo leo, y veo que anoté que había en la banda de sonido seis tangos de Eduardo Arolas (“El Tigre del Bandoneón”) en versiones de Mederos, y cinco temas compuestos por Mederos. El texto incluía una cita de Mederos de una entrevista hecha por Fernando Brenner publicada el 3 de agosto de 1985 en el diario Tiempo Argentino. Encuentro alguna oración en la que apunto que la música “entra y sale de la diégesis con fluidez perturbadora”, y veo que dije que la película era “magnífica y vigorosa”. Pero en realidad digo film. Me reto por todo eso de forma retrospectiva. Aunque quizás lo de film esté parcialmente justificado porque digo que el tema “Balada para otro film” es el más anómalo del disco, y que su título es “autoconsciente” y puesto “para describir algo más cercano a alguna otra película hecha en ese ‘film francés que se llama Francia’”. Esa idea extraordinaria la decía Fabián Cortés (Mederos) y es una de esas grandiosas frases que solían aparecer en las películas de Hugo Santiago, que en Las veredas... hizo el guión junto a Juan José Saer y Jorge Semprún. Sigo leyendo, y veo que el texto terminaba con otra cita de la película. Y hoy vuelvo a terminar con esa misma cita esta otra nota. Fabián Cortés decía, en un mal día, refiriéndose al bandoneón: “no anda, la puta madre soy yo el que no anda”.