PERIODISMO JOVEN |
Hoy escribe el pasante |
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Aquí verá sólo y nada más que información exclusiva, cumpliendo la gran premisa del periodismo: una línea un dato. Le cuento que hoy la visibilidad es de 10 kilómetros y el pronóstico es de una máxima de 16°. Tenga en cuenta que la visibilidad es siempre más reducida cuando uno se encuentra parado frente a una pared.
Aquí leerá un artículo bien sustancioso –vecinos de Floresta cortan el tránsito en defensa de un espacio verde-, escrito sin palabras de más, sin adverbios y sobre todo con una economía de palabras que asombraría a una monja de claustro.
Le dará tanto interés este artículo que se preguntará quién lo escribió, y luego le darán ganas de darle trabajo al autor, sobre todo, en tareas domésticas.
Es duro ser pasante, téngalo en cuenta. Los jefes te tratan como si acabaran de ver a un sorete caminando, en particular, esta semana que reemplazaron al Secretario de Agricultura y mientras continúa la toma del Colegio Mariano Acosta. Es una presión muy fuerte la que ponen sobre tus hombros. El primer informe que me pidieron fue uno sobre la plaza del sí, la semana pasada. Aún recuerdo mis exquisitas palabras que salieron a borbotones, por no decir, a manantiales, por no decir diarreica. Escribí: “Poca gente en la plaza. No más de 40 personas. Muchos artesanos. Nutrida presencia foránea. Aún se esperan los discursos del ex presidente Kirchner y el gobernador Daniel Scioli. La televisión agranda las cosas”. Le entregué el informe a mi jefe, que lo miró con curiosidad, por no decir, con cierta alarma. “Decime, pibe, ¿en qué plaza estuviste cubriendo el acto?” “En plaza Francia”. “Ah, vos sos un boludo astronómico”.
Una semana atrás, cuando la temperatura llegó a los 26° y la humedad al 60%, tuve una entrevista exclusiva con Luis D’Elía. En verdad, no era D’Elía. Pero fue casi como si lo fuera –note aquí la exquisita conjugación de verbos, siendo las 10:49 hs, el cielo algo nulado, aprendida tras innumerables lecturas de manuales de estilo-. Era un amigo íntimo de D’Elía. Fue un reportaje relámpago en la calle, a grabador escondido, a metros de allí asaltaban un banco con toma de rehenes. Este fue el resultado.
-¿Es cierto que usted es amigo íntimo de D’Elía?
-No lo conozco, señor.
-¿Pero no lo vio nunca en el diario o en la tele?
-Sí, en el diario, como todo el mundo.
-Pero después de verlo tanto, confiese, ¿no siente que sabe más de él que, por ejemplo, alguien que vive en África?
-Y bueno. A nosotros nos debe pasar lo mismo con los funcionarios africanos.
-¿Pero no siente a D’Elía como alguien que lo conoce en la intimidad?
-Bueno, lo conozco bien.
-Ahora admite que lo conoce. ¿Y qué opina de su accionar, por no decir, su comportamiento, por no decir, su locuacidad tribunera?
-Que D’Elía es un boludo. Eso opino. Pero, esperá pibe, ¿qué tenés en el bolsillo? ¿Qué es ese aparatito? ¿No me digas que me estás grabando? ¿Para dónde trabajás flaco? Te voy a cagar a p…
La nota se tituló: El amigo íntimo de D’Elía confiesa: “Es un boludo”. Se lo dí a mi editor. “Es bárbaro”, me dijo. Así que lo tomó con suma naturalidad –habrá visto que no puse naturalmente, lo cual, está tan mal visto en ciertos manuales que imponen castigos de hasta 10 años empleado como notero de Haddad-, como decía, mi editor, lo tomó con naturalidad, lo pasó a diagramación y firmó el artículo con su nombre, algo que debería ser entendido como un elogio por todos nosotros los pasantes, por no decir, los empleados en negro, por no decir el último orejón del tarro.
Para alentarme, mi jefe me dijo: “Flaco, –aún no recuerda con exactitud mi nombre-, ¿por qué no me proponés unas ideas de nota?” Excitado por la propuesta y por la nueva redactora de espectáculos, por no decir por el traste de la nueva redactora de espectáculos, ideé estos sumarios de estricta actualidad.
1) El boom de la humanidad. Cuántos somos y cómo cabemos en el mundo: ¿apilados, en fila, o en línea recta? Qué comemos. Cuál es nuestra moneda. Y por qué hay tan pocas.
2) ¿Aliens entre nosotros? Una guardia fotográfica enfocando al espacio. La idea es captar la presencia de ovnis y seres del espacio que desciendan a visitarnos. Puede llevar un tiempo.
3) El boom de las celebridades: Quiénes son. Qué comen. ¿Cogen entre ellos o también con el resto de la gente? Estadística: de uno en un millón, cuáles son sus posibilidades de abrochetarse a un famoso.
4) Los pros y los contras del dinero: Sirve para comprar, pero también te lo pueden robar.¿Hasta cuánto se puede ganar sin temor a ser secuestrado? Investigación científica: cómo cagar plata.
5) El campo y la ciudad, la rivalidad y el boom. ¿Quedan muy lejos? Dónde empieza el campo y dónde la ciudad. El gaucho tiene boleadoras. Y la ciudad tiene boludones. ¿Qué es un ruralista y cómo identificarlo cuando se baja del caballo?
Le entregué esa misma tarde la lista al editor quien, con mi hoja de propuestas en mano, se reunió con el director. Deliberaron un tiempo. Cuando regresó, admitió lo evidente: “Son muy buenas tus propuestas. Nos gustaría que empieces a trabajarlas mañana mismo. Ahora podés volverte a tu casa.” Partí entusiasmado. Pero a partir del día siguiente, y desde entonces, en seguridad –empleados de Prosegur, la empresa seguridad con más presencia en el mercado-, me impidieron entrar a la redacción.
En otra oportunidad, semanas más tarde, lo encontré al editor mientras cenaba con una chica en un restorán de Puerto Madero, a metros de allí Araceli comía con su novio, Fabián Mazzei. Me acerqué a la mesa de mi jefe, por no decir mi ex jefe, por no decir el puto del orto que me dejó afuera, y él me reconoció enseguida, pero lo expresó de un modo misterioso, por no decir, críptico, por no decir, garca. Dijo: “Flaco, dos cafés y la cuenta”.
Una frase impecable. Sin una palabra de más. Sin un adverbio. Admirable.
Desde entonces, soy colaborador free lance de un diario zonal.
A nivel personal, me encuentro en una etapa borgeana. Sólo me acuesto con orientales.
Este es Juan Martín Leguizamo cuando se levanta y visto de atrás.
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