PELICULAS 2014

Por Javier Porta Fouz. Aquí la elección de los 10 mejores estrenos del año (el cine que vemos -cada vez más- se enriquece fuera de los lanzamientos de los jueves), en cuenta regresiva y comentados brevemente.

 

10. Los dueños, de Agustín Toscano y Ezequiel Radusky (Argentina/2013). Se presentó en la Semana de la crítica de Cannes en 2013, y yo estaba en Cannes, pero no la vi. Tardé como un año en verla, recién en el estreno. Y fue una de sorpresa inmediata, durante la visión y después de verla (es de esas que no se diluyen). Los dueños prueba una vez más que -afortunadamente- el cine (argentino) todavía puede dar más. Claro, la vio tan poca gente que la euforia por encontrar una película nacional así de narrativa se ve rápidamente averiada.

9. La increíble vida de Walter Mitty, de Ben Stiller (Estados Unidos/2013). La vi a fin de 2013, y me gustó muchísimo, pero en ese momento pensé que parte de su potencia emocional se debía al “estado de fin de año”. Con el tiempo, el recuerdo de la película la ubicó en su lugar: otra película maravillosa de Ben Stiller, que hace un cine que más mira cada vez hacia el clasicismo, o que sabe disfrazarse de Hollywood clásico.

8. Frozen, de Chris Buck y Jennifer Lee (EE. UU./2013). Otra que vi en 2013. Y volví a ver en 2014. Y volví a escuchar. Una película de heroínas, en la que el amor por el príncipe azul pasa a segundo plano, porque el conflicto tiene como ejes el amor fraternal y la aceptación de la propia personalidad. El deslumbrante momento en que Elsa se va es el corazón de esta película de especial potencia. Probablemente el mejor Disney animado (Disney, no Pixar) desde La bella y la bestia.

7. La vida de Adèle, de Abdellatif Kechiche (Francia-Bélgica-España/2013). Vi hace poco esta parodia a la película y a su recepción crítica. Ya no puedo escribir como si no hubiera visto este corto. Así que ahora digo: la grandeza de la historia de amor de La vida de Adèle también incluye que es una película de alto potencial erótico; que calienta, nada menos.

6. Guardianes de la galaxia, de James Gunn (Estados Unidos-Reino Unido/2014). La vi medio enfermo, y no llegué a darme cuenta de que la película iba a permanecer: los momentos, las canciones, los personajes, los diálogos, los chistes. James Gunn y Chris Pratt le agregan al mainstream una dimensión de ternura socarrona y de búsqueda de la felicidad que, de tan inusual, puede correr el riesgo de no ser valorada en su justa medida. Basta volver a verla -con ojos infantiles cerca, mejor- para valorarla más, para quererla más.

5. Dos disparos , de Martín Rejtman (Argentina-Chile-Alemania-Holanda/2014). Uno de los directores fundamentales del cine argentino del último cuarto de siglo (Rapado es de 1992) y que todavía es un secreto minoritario. Es una lástima que sus comedias perfectas -afinadas, depuradas- no lleguen a más gente, que las referencias a sus diálogos no salgan del circuito chico. Sus películas -sin embargo- son grandes, perdurables, y trabajan el lenguaje y los encuadres con una precisión impar.

4. La grande bellezza,de Paolo Sorrentino (Italia-Francia/2013). Sigo estando de acuerdo con esto que escribí en la crítica de La Nación en febrero: “La grande bellezza es un plato fuerte. El cine de Paolo Sorrentino, director italiano clave del siglo XXI, es un plato fuerte. El cine de Sorrentino -un manierista convencido- irrita, provoca, desorienta incluso a quienes nos sumergimos en sus películas sin desconfianza (salvo en su incursión en inglés con This Must Be the Place con Sean Penn). Pero desde su debut con L'uomo in più ( El hombre de más , 2001) Sorrentino ha hecho un cine expansivo, generoso, excesivo. Ante su cine, la irritación y la fascinación son sensaciones separadas por una fina línea. Basta ver L'amico de famiglia , o incluso sólo su secuencia inicial: un partido de voleibol femenino filmado con lentos travellings al ritmo de "My Lady Story", de Antony & The Johnsons. Con eso ya pueden decidir si abrazar o rechazar a Sorrentino.”

3. El gran hotel Budapest, de Wes Anderson (EE.UU/2014). Y ahora me doy cuenta de que los primeros cinco puestos son todos para películas de directores de los cuales me gustan mucho por lo menos tres de sus películas anteriores. En el caso de Wes Anderson las tres que atesoraba desde antes eran justamente las tres primeras: Bottle Rocket, Rushmore (aquí estrenada en cines con el disparatado título de Tres es multitud) y Los excéntricos Tenenbaum. Hasta la llegada del gran hotel Budapest, mi relación con su cine post Tenenbaum osciló entre la irritación (la segunda parte de Viaje a Darjeeling), el sopor autoral (Moonrise Kingdom) y algunos entusiasmos parciales (Fantastic Mr. Fox, La vida acuática, el corto Hotel Chevalier, aunque nunca con las tres primeras). Con El gran hotel Budapest Anderson abandonó la pose del ennui y su juego volvió a ser juego. Y confirmó que los hoteles son un espacio cinematográfico privilegiado para su cine amante de la civilización.

2. El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese (Estados Unidos/2013). Tiempo que hacía que no salía fascinado por una ficción de Scorsese: casi veinte años, desde Casino. Incluso había detestado la reciente Hugo Cabret. El lobo de Wall Street, con una estructura temática similar a Casino (un modo de vivir un trabajo de forma desaforada que se perderá ante la llegada de los controles “normalizadores”) se presenta como una película de una energía desbordante, festiva, embriagadora. Una película que niega cualquier idea de respiro y que logra mantenerse -demencial proeza- en estado de euforia casi permanente.

1. Jersey Boys: Persiguiendo la música, de Clint Eastwood (Estados Unidos/2014). Escribí sobre ella para Argentina: aquí y para Chile: aquí
La película fracasó en la taquilla en Argentina, en Chile y en el resto del mundo. O tal vez el mundo fracasó al negarse a ver el esplendor del gran artista vivo del clasicismo.