SOBRE EL CAMELLO DE LORD BERNERS
En un desierto británico

El CamelloPor: Juan Terranova. Una mañana, después de una fuerte nevada, el pastor anglicano Aloysius Hussey y su esposa Antonia se despiertan con un camello en la puerta de su casa. Viven en un pueblo muy organizado del interior de Inglaterra, pero nadie reclama al animal que parece haber surgido de la nada. “Asociada por lo general con un fondo de arena tostada por el sol, palmeras y un cielo tórrido, la bestia parecía melancólicamente desamparada en el paisaje invernal inglés” escribe Lord Berners (1883-1950). Su prosa es suave, cristalina y pausada. Sus personajes se mueven dentro del mundo de la razón y una espiritualidad más o menos sincera. Pero El camello es una novela con más de un doblez y la presencia del animal desata una serie de hechos enigmáticos que no resultan tan enigmáticos después de todo.

La bestia

El Camello de Lord Berners es una especie de picaresca encapsulada, británica, rural y sobria, lo cual ya es decir mucho. Aunque quizás debería decirse que es “pícara” antes que picaresca. Antonia, la mujer del pastor, se encariña con el camello y decide conservarlo. Ella tiene un pasado evangelizando en África y el tiene la sospecha de ser infértil. Entonces ella se anima a montar el camello y a pasear por su pueblo. Después, alguien roba un abrigo de piel, alguien roba orquídeas y finalmente también un libro con poemas homoeróticos. ¿Por qué el camello amenaza al solitario sacerdote católico Picpus? La escena en la que se sirven los restos de perro exhumado en bandeja de plata está muy lograda.

El deseo

Su brevedad, su síntesis, la disposición decimonónica de los personajes hacen que El camello se lea con alegría pero su ligereza a veces redunda en cierta sensación de intrascendencia. La gran apuesta de su trama, que denuncia el acartonamiento, los prejuicios y la falta de comunicación en una sociedad inteligente pero burocratizada, hoy resulta algo cándida. Por otra parte, la astucia y la parsimonia de Lord Berners, casi perezosas, caen bien. De allí que la lectura posfreudiana del libro sea la más simple, y no parece la más errada. El camello se mueve por el libro con la agresividad silenciosa de una fantasmagoría sexual. Encarna deseos, libera inconscientes, y más de una vez dispara la violencia fragmentadora del deseo. Sin embargo, esa lectura puede ser un tanto reduccionista. Pensar al camello como camello resulta más complejo que entenderlo como metáfora de la represión o la incomodidad de la vida piadosa.

Hijo de la aristocracia

Lord Berners se dedicó con cierta constancia a la música, a pintar y a escribir. Matías Serra Bradford escribe en el prólogo de El camello que Stravinski alguna vez lo describió como el “Satie Inglés”. Más allá de la música su humor, que coquetea con el absurdo pero pone en evidencia las convenciones sociales, se parece. El camello puede conseguirse, en estos días, editado por La bestia equilátera, con traducción de Mónica González. Una última apreciación que funciona también como recomendación. Lord Berners pertenece a la tercera o incluso cuarta línea de la literatura inglesa. Su esmerada publicación, en un sello pequeño, puede servir como indicador del estado del mundo de la cultura en Buenos Aires. Mientras los británicos y los estadounidenses ven cómo se empobrecen cada vez más los anaqueles de sus traducciones, en Argentina podemos disfrutar de El camello, o de Tostadas de jabón de Julian Maclaren-Ross o de Los encubridores de Muriel Spark, por poner dos títulos más editados por La Bestia Equilátera. En un mundo que enseguida se vende como “global” o “globalizado”, no es un detalle menor.

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