ENTREVISTA A HINDE POMERANIEC
Después del comunismo

Rusos Postales de la era PutinPor: Juan Terranova.  Hinde Pomeraniec es una de las mejores periodistas de política internacional de la Argentina y conduce, junto a Raúl Dellatorre y Pedro Brieger, Visión Siete Internacional, que es, sin mucha controversia, el mejor programa de política –internacional o nacional– de la televisión argentina. A veinte años de la caída del muro, Tusquets acaba de publicar Rusos, postales de la era Putin, un trabajo breve pero contundente y exhaustivo sobre la vida política actual de lo que alguna vez fue la parte más importante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pionero en lengua castellana en dar una postal del poscomunismo soviético, Rusos se presenta como una crónica de viajes pero también como un ensayo ligero y muy entretenido que viene a responder una pregunta poco usual pero cuya respuesta puede ser sorprendente: “¿qué pasa hoy en Rusia?”

Los protagonistas de Rusos son muchos y muy variados. Los malos son muy malos, o terriblemente ambiguos como Boris Berezovsky, pero el gran personaje es Putin, un raro y bastante misterioso reivindicador ultra capitalista de la figura de Stalin. Hacer comparaciones a veces es simplificar, pero al leer Rusos uno no puede dejar de hacerse la pregunta, ¿en qué se parece la actual Rusia a la Unión Soviética? Recuperación de un nefasto orgullo nacional, consumo desenfrenado y precios altos, masacres de civiles y atentados, mafias de todo tipo, periodistas y políticos asesinados en la calle y a plena luz del día hacen que las historias que cuenta Pomeraniec se parezcan más a una novela de Burroughs que a una crónica sobre un país lejano.

A lo largo de su libro y sus viajes –algunos capítulos de Rusos se abren con partes de las frescas e inteligentes notas que fue publicando en la sección internacionales de Clarín–, Pomeraniec hace aparecer la bondad solamente en algunas mujeres ocasionales. Son las mujeres las que escriben sobre la corrupción y son asesinadas, o las que la ayudan a entenderse con los huraños moscovitas, o las que enfrentan a los poderes centrales porque sus hijos fueron masacrados en una escuela por los terroristas chechenos. Pero no se trata de un libro feminsta, sino de un libro justo. 

Una tarde de septiembre me cité con Pomeraniec en un restaurante de San Telmo y le hice algunas preguntas sobre su libro y sobre el objeto de su libro. El resultado fue una charla amable con una periodista despierta que, por sobre todo, es una apasionada de su trabajo.

Está  muy bien descripta en el libro la brutalidad rusa. En el capítulo Moscovitas, decís: “Esta gente tiene un sentimiento de superioridad que no se basa en nada tangible para los demás”. ¿Moscú sigue siendo la capital de un Imperio?

Nunca dejó de serlo, pero a partir de Putín se ve un esfuerzo por recolocar Rusia como un actor internacional. Y de hecho algo de eso logró. Fijate las relaciones con Obama. Eso es un cambio. Lo que se siente cuando uno viaja es que incluso en la más profunda humillación, ellos pensaban: “¿cómo nos hicieron esto a nosotros?” La idea imperial y hegemónica nunca se resignó.  No me parece mal el “orgullo nacional”. Creo que a la Argentina, sobre todo a los empresarios argentinos, les vendría bien un poco de orgullo nacional, que en sus oficinas tuvieran cuadros de pintores nacionales, por ejemplo. Los brasileños la tienen. Lo que me parece mal es cuando esa idea se transforma en racismo. En el caso de los rusos es evidente que se cruza el límite de lo aconsejable y se cae en el racismo.

Eso que nosotros identificamos con “lo soviético”, ¿tendría que ver, entonces, más con “lo ruso” que con “lo comunista”?

Sí, sin duda, eso es lo ruso, lo eslavo. Porque lo soviético incluía la Unión Soviética asiática. Miralo a Lenin si no, tenía cara de chino.

En la Argentina se le dio mucha importancia, vía PC, sobre todo, a lo que pasaba con la Rusia soviética. Pero después se cortó  la relación con lo ruso. Caído el gran proyecto de la izquierda del siglo XX parecería que esa parte del mundo dejó  de existir. Hasta tu libro, nadie intentó  dar una respuesta a esa caída…

Creo que alrededor de la cuestión neoliberal estuvimos en sintonía. Nosotros tuvimos a Menem, ellos tuvieron a Yeltsin. Yeltsin hubiera sido un amigo extraordinario de Berlusconi. Bueno, Putín lo es. Pero es amigo de Berlusconi y también se da con Schröder. Hay que ver que en ese sentido Putín es mucho más ecléctico de lo que parece. Putín le regaló la cama de la que tanto se habló este año a Berlusconi. Hasta los 90 sí, la URSS era el mundo del hombre nuevo. Después viene el colapso de ellos y se arma algo entre el 99 y el 2001, que no se entiende bien qué pasa y enseguida es Bush el que opaca nuestra mirada hacia allá. La llegada al poder de Bush y ni te digo los atentados es lo que se lleva la atención. 

Existe una tradición de viajeros argentinos a la Unión Soviética, que incluye a Ghioldi, León Rudnitzky, Abel Ponce, Elías Castelnuovo. Después de la caída del muro, eso se corta…

Lo que ocurrió  en mi casa, con mi viejo comunista, fue que se volcó a los Derechos Humanos. Y muchos hicieron eso, se fueron a militar por los Derechos Humanos, fundaron o entraron en ONGs. Donde se puso el acento fue en las ventajas de la caída del muro de Berlín. Nadie se puso a pensar qué era lo que se perdía. En los países afectados la gente ya no decía “¿cuánto me cobrás tu jean?” porque ahora simplemente no tenían dinero. Este es un proceso que no estamos viendo en China, porque es otra filosofía y otra forma de ver las cosas. Los rusos son salvajes por naturaleza.

¿Qué hay de positivo en este entramado de violencia, corrupción y que es la Rusia de hoy?

Bueno, todo lo que balanceé el poder omnívoro de los Estados Unidos es bueno. Que el viejo socio de la bipolaridad, hoy hable de multipolaridad me parece algo muy bueno. Que crezca Rusia y que crezca China me parece fantástico.

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