cinco

Por Juan Terranova. Lunes. Hoy, hacia las cinco de la tarde, la vi a Beatriz Sarlo. Iba a cruzar Corrientes hacia el sur y yo venía desde el centro. Mi primer reflejo fue a saludarla. Sin embargo, recordé que hacía unas semanas le había dejado en su buzón mi último libro y la casualidad me pareció una descortesía. No tenemos trato y el tema del libro habría surgido para incomodidad de los dos, tanto si lo había leído como si no. Seguramente volvía del Colón donde está trabajando en una ópera sobre Victoria Ocampo. Seguí caminando por Corrientes, pensando en Victoria Ocampo, en el Colón y en la ópera. Paré en algunas librerías de saldo y cuando tuve que esperar el semáforo para cruzar Paraná ya me había arrepentido de no saludar a Sarlo y había repasado los tres momentos por los que había pasado mi relación con sus libros. Las sorpresa y curiosidad de estudiante neófito, la ligera crítica y desconfianza de estudiante avanzado que sigue siendo neófito, y finalmente esa comprensión respetuosa que se adquiere cuando se cultiva la lectura constante en el tiempo y en el espacio, que roza lo familiar. Cuando llegué a destino comprendí que no la había saludado porque de una manera un poco infantil quiero seguir siendo su lector. Y esa distancia, la que no quebré en la calle Corrientes, zona del espectáculo, creo, nos favorece a ambos.

 

Martes. Leyendo a Lombroso y sobre Lombroso, casi obsesivamente desde que llegué de Italia. Es increíble la cantidad de criminólogos de corte frenológico que cita, austríacos, franceses, alemanes, italianos. Un verdadero continente sumergido, un Conicet de despiadados burócratas. Ninguno trascendió. Ni mucho menos sus investigaciones. Hacían congresos multitudinarios para luchar contra el mal en Roma y Göttingen y todos trabajaban para sus respectivos estados en las universidades o en el aparato represivo-policial. Y ahora de ellos no queda nada... Ni una risa. ¿Por qué Lombroso se transformó en adjetivo? Entiendo que hay algo de la parodia que subsiste. ¿Lo salvó su obsesión? ¿Las hileras de cráneos barrocas que coleccionaba? Supongo que ayudó el momento, Italia con muchos problemas internos por la unificación, y él irguiéndose entre el caos como representante de la nueva ciencia, del orden científico. También queda L'uomo delinquente, que es un verdadero monumento literario.

Martes, más tarde. Diego Vecino me recuerda a Sorel como otro pensador intermedio, más o menos conocido, más o menos olvidado, central en su época. Pero Sorel es el anti-Lombroso, un duro emisario del desorden. El positivismo ya había pasado. Como todas las revoluciones, duró apenas cinco años.

Miércoles. Almorcé con Julio Schvartzman en Almagro. Me puse nervioso y hablé mucho y dije cosas incoherentes. Para un irónico es difícil lidiar con la admiración. Schvartzman me pasó su libro Letras gauchas. Lo empecé a leer ni bien llegué a casa. Es excelente. Un tratado sobre la lengua de la patria. Va a ser el libro del año.

Jueves. Billete de cinco pesos en la web. Alguien escribió a la izquierda de la cara de San Martín: “Vale x una entrada para ver al rojo”. Alguien se tomó el trabajo de escanearlo y ponerlo en Facebook. La cara del prócer es rara. Nunca lo había notado pero tiene expresión de duda, melancólica, casi timorata, la mirada puesta en un punto alto y lejano. El billete fotografiado es muy bello. Se ven marcas de uso, arrugas, pliegues. Aparte de la chicana a Independiente, que está escrita en azul y con caligrafía clara, alguien escribió un número 40 con tinta negra y le hizo un círculo alrededor.

Viernes. El disco rígido como museo de la vida privada. También como lugar de residuos de la experiencia. La institucionalización secreta de nuestro basural interior.

Viernes, más tarde, cerca de la desesperación. “Acababan de dar las once en el reloj de la Bolsa, cuando Saccard penetró en la sala blanca y dorada de casa Champeaux, cuyas altas ventanas daban a la plaza”. Extrañas rimas, “acababan”, “penetró”. Encuentro una traducción de la primera línea de El dinero de Zolá con dos reflejos eróticos que no están en el original. En cambio, la primera línea de La bolsa de Martel es completamente fría. Húmedo, pero fría. Una fina lluvia, niebla y un círculo de luz difusa. ¿Qué inventan los cronistas de hoy cuando inician sus narraciones hablando del clima? Si alguna vez escribo una novela sobre el purgatorio argentino, sobre lo que implica purgar y liberarse, va a empezar con calor y en la terminal de ómnibus de Retiro.