Los timberos inventaron un instrumento financiero sosfisticado e irracional que consistió en dar crédito superventajoso a cualquier estadounidense que deseara comprar una propiedad. El resultado no sólo fue catastrófico para los bancos, los fondos de inversión y las aseguradoras que participaron directa o indirectamente del negocio. También está afectando a la economía real como nunca lo había hecho desde la Gran Depresión de 1929.

En las últimas horas, se han dicho y escrito pavadas y barbaridades para todos los gustos. Desde quienes pronostican un mundo sin bancos y sin empresas hasta los que sostienen, incluída la Presidenta, que Argentina es más o menos como el Arca de Noé donde los habitantes de un mundo que se viene abajo se subirán para salvar su existencia.

No hay que ser muy experto para concluir que a la Argentina le pegará la crisis de una u otra forma. Se puede aceptar que el aislamiento financiero del país lo hace menos vulnerable al cimbronazo de los últimos días. Pero también es evidente que el precio de los granos y la carne que le vendemos al mundo bajará, el superávit disminuirá, y la mentira de una inflación dibujada seguirá afectando a la economía real, y mucho más que antes.

Si nuestros gobernantes fueran inteligentes y aplicados, sabrían qué hacer para aprovechar el momento. Pero nada indica que la administración Kirchner esté dispuesta a elegir el camino más lógico. El que aconseja el sentido común.

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