Si algo dejó al desnudo al cuarentenismo extendido es que podemos vivir felices y contentos sin necesidad de famosos. Listo: lo entendimos de una buena vez. Lo siento mucho por ustedes, famosos, pero deberán, a partir de ahora, dedicarse a algo realmente útil y provechoso como la carpintería o armar pastones en obras en construcción.

Es duro, lo sé. Y lo sentimos. Pero esto ha sido todo. Gracias por los trabajos prestados. Gracias por series y películas memorables que podremos mostrar a nuestros hijos. Pero esto se acabó. Creo que, de nuestra parte, han tenido un buen recibimiento: sueldos altísimos, casas cómodas, estantes llenos de estatuitas, bolos y publicidades que les han dado un colchón económico por varias generaciones. Entonces, es hora de decirles adiós. 

No necesitamos más estrenos a todo culor, 3D, eaeapepé, de Hollywood. No más series rimbombantes con dragones, lasercitos o viajes al pasado en Netflix. Podemos ver otra vez Lost y 24. No hay problemas. Ya casi, ni las recordamos. Será como la primera vez.

No hagamos un melodrama de la despedida. Chau, Brad, chau Bruce, chau George, chau Angelina, donde quiera que estén. Gracias por distraernos y cubrir durante todo este tiempo nuestro buraco existencial. No podemos quejarnos: nos han entretenido, como pocos han logrado entretenernos. Pero se acabó. Gracias por los servicios prestados. Desde ahora en adelante, cada uno a vivir su propia película. Y que el film de desastre y apocalipsis, sea con final feliz.