(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) Le hizo bien o mal al gobierno del Presidente Mauricio Macri le intervención de Lilita Carrió, Alfredo Cornejo y Mario Negri en su política de aumentos de tarifas para el gas? ¿Cerraron así la puerta para que la oposición peronista, dispersa pero pujante, tomara las banderas de la defensa de la clase media empobrecida? ¿O, por el contrario, abrieron la compuerta de un dique para que el agua de la protesta avance con una fuerza incontenible y el malhumor social se transforme en una quita de los votos durante la próxima elección?

En la mesa chica de la administración oficial hay dos teorías. Ambas son completamente distintas: una es más clásica, o, mejor dicho, responde a la ‘vieja política’. Es la que sostiene que es mejor tener a los aliados ‘adentro’, porque, inexorablemente, el día de la elección, van a llevar a sus votantes a elegir por la opción del oficialismo. Es también, la más optimista: porque estima que Cambiemos tiene vida para rato, y que administrar las disidencias internas es lo que hace fuerte a la coalición. La otra teoría, más novedosa, sostiene en que sociedad actual, donde la opinión pública es tan volátil, los embates de Carrió y otros radicales contra el líder de Cambiemos terminarán provocando el desencanto de muchos electores. Los mismos electores que ayudaron a Macri a ganar por un poquito las presidenciales de diciembre de 2015.

Los defensores de esa última hipótesis se muestran un poco fatigados por la excesiva autonomía de Carrió. Afirman que la diputada usa sus divergencias con el Presidente para alimentar su buena imagen en las encuestas, y de paso hace quedar a Macri como un insensible, un defensor de los ricos y un protector de figuras controvertidas como Gustavo Arribas, Daniel Angelici, Ricardo Lorenzetti, Juan José Aranguren, Luis Caputo y Nicolás Dujovne. "Es pura ganancia solo para ella, y va a terminar horadando la imagen de Mauricio tarde o temprano", explican. Los diputados del Frente para la Victoria y sus circunstanciales aliados del Frente Renovador, el peronismo no kirchnerista y el Partido Obrero esperan ansiosos la semana que se inicia para volver a plantear la posibilidad de discutir los aumentos de tarifas en el recinto. El presidente de la cámara baja, Emilio Monzó, volvió a demostrar que es un gran estratega parlamentario, y que maneja como pocos el reglamento para favorecer los deseos del Gobierno.

El Presidente, por su parte, ni siquiera se detiene a analizar estas especulaciones políticas que mantienen en vilo a su mesa chica. El computa como un gran logro no haber realizado cambios que pudieran haber afectado la meta fiscal. Tampoco le parece mal que vuelvan al centro del debate de la boleta del gas. El déficit y el ahorro de la energía son dos cuestiones que lo obsesionan y que forman parte del cambio cultural que pretende imponer en el país. Macri insiste para que los argentinos se den cuenta, de una buena vez, que la energía es uno de los bienes más caros del planeta, y que si la siguen usando como hasta ahora, su impacto en los gastos no bajará, por más ‘gradualistas’ que sean los aumentos. La anécdota de cómo ‘se murió de frío’ en la casa de Santiago de su amigo, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, podrá escandalizar a Máximo Kirchner y los chicos/grandes de la Cámpora. Sin embargo demuestra, una vez más, que Chile está más cerca del mundo real que la Argentina, donde las estufas eléctricas, la losa radiante, las calderas y los aires acondicionados se usan de manera irresponsable, porque los argentinos seguimos viviendo la fantasía de que la energía es un regalo de Dios, y no uno de los bienes más caros del planeta.

La otra obsesión de Macri es hacer entender a sus representados que existen un montón de impuestos delirantes que transformaron al país en uno de los más caros de la región, aunque su servicio, desde la infraestructura hasta la producción y la calidad de sus alimentos y la indumentaria, sean, al mismo tiempo, uno de los peores. Porque entre los impuestos más extravagantes, se encuentran, sin dudas, los que recargan algunas provincias y municipios a las boletas no solo de gas, sino también de luz, de agua, y hasta de alumbrado, barrido y limpieza. Los altísimos incrementos en las facturas de gas sirvieron, entonces, también, para poner el ejemplo de la intendencia de Luján, cuyos funcionarios agregaron tres impuestos municipales al resumen que le llega a cada usuario.

Además, el jefe de Estado, junto con su ministro de Energía, siempre podrá disponer, en el momento en que las papas vuelvan a quemar, el inquietante dato que, por lo menos hasta hace poco, aparecía en muchas boletas de los usuarios que pagamos la luz sin subsidio. Se trata de un ítem excepcional, destinado a compensar a los habitantes de Santa Cruz, por estar desconectados de la red troncal que abastece de energía a gran parte de la Argentina. La misma provincia que, como Venezuela, está a punto de explotar, y que sobrevive gracias a la ayuda del Estado Nacional, a cuyo gobierno la ‘revolucionaria’ Cristina Fernández combate a sol y a sombra. "Mi verdadera misión en la historia es dar vuelta un país que durante décadas vivió patas para arriba", se lo escuchó decir al Presidente, esta semana.