Lunes. La cuarentena sigue pero no sigue. Si alguien en la calle no usa barbijo, llama la atención. Pero en las mesas de los bares la gente pide una cerveza y toma sin nada en la cara. Es una nueva fase a la que llamaremos la cuarentena de Schrödinger. Cara limpia, cara oculta. Y el gato que está vivo y está muerto al mismo tiempo en la caja cerrada. Pobre gato. Pobre caja también.

Martes. En Youtube encuentro el diálogo que tiene John Malkovich con Charlie Sheen al principio de ¿Quieres ser John Malkovich? Es una conversación sobre lo que le pasa a Malkovich, y Sheen le dice que lo tiene que disfrutar, que es buenisimo, y Malkovich se pone paranoico y le aclara: “I've gotta know the truth, Charlie.” Y Charlie Sheen responde: “The truth is for suckers, Johnny boy.” Me parece una respuesta excelente. La traduciría como “la verdad es para giles.”

Miércoles. Hay momentos del día o de la noche, momentos de la semana, como el domingo a la noche, o los sábados a la tarde, momentos que producen esa mezcla de desgano, cansancio y melancolía, en que simplemente uno no tiene la fuerza para escribir, para sentarse a escribir. ¿Para qué seguir manchando el mundo? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene? Mis manos están cerradas. Pero en el fondo de la consciencia, en la base de la nuca está esa convicción de que, luego de descansar, luego de que ese momento de arrobadora amargura pase, las ganas van a volver porque estas deyecciones sirven, entretienen, al menos al que escribe. Beckett, una vez, dijo: “Nada sucede, nadie llega, nadie se va, es terrible.” No sé si es tan terrible, Samuel. No lo sé.

Más tarde. Escucho un vinilo de las sonatas de Mozart tocadas por Christoph Eschenbach. Una vieja grabación de la Deutsche Grammophon. Tres en do mayor, una fama mayor y una en si bemol mayo, cinco sonatas señoriales, virtuosas, neoclásicas, para salir, al menos un poco, del barro insoportable de la subjetividad romántica contemporánea. En el sobre del vinilo que compré en una casa de usados en Belgrano alguien se tomó el trabajo de subrayar los nombres propios que se citan y la numeración Köchel de las sonatas.

Jueves. Titular: “Una profesora murió por coronavirus mientras daba una clase por Zoom.” La noticia: “Una profesora de la Universidad Argentina de la Empresa murió mientras daba una clase por la aplicación Zoom. En sus redes sociales había contado que tenía coronavirus. El video con el momento de su fallecimiento fue viralizado por alumnos con muy mal gusto y carentes de todo respeto, lo que generó un fuerte rechazo.” Y desde ya, tuvieron el pudor de no poner el video. Aunque supongo que todo el que leía la breve nota sintió curiosidad. Como fuere, la descripción del hecho es más aberrante que la imagen, como a veces pasa.

Viernes. En el futuro próximo el humor estará prohibido en las redes sociales y será de mal gusto en la vida cotidiana. La risa no será asociada al bienestar del espíritu, al regocijo de la existencia, sino a un comportamiento simiesco, que no tiene en cuenta al otro. La risa será entendida siempre como reírse del otro, nunca de uno mismo. Siempre que alguien ría, habrá un ofendido porque él no rie, entonces, la risa generará primero paranoia y después censura directa. La ironía dejará de existir. Todo será plano, palpable, asible y literal. Y luego estarán las vetas, las filtraciones, que se agradecerán a Dios.