Libros y Lecturas

Lunes. Empiezo la semana leyendo algo que escribí el año pasado. Creo que logré algunos artículos decentes. Escucho O du mein holder Abendstern del Tannhäuser cantada por Hermann Prey. Wagner era abusivo, desmesurado y a veces cursi. Hoy nos resulta una escucha casi pop, o camp, pero, y este es un gran pero, cuando entrega melancolía, te deshace, es como si besara tu corazón y lo convirtiera en polvo.

Lunes. El cine me parece una pérdida de tiempo. Prefiero leer sobre cine que ver cine. Las películas, por lo general me aburen. No todas, claro. Las que no me aburren me dan ganas de escribir. En 1793, al sur del Gran Ducado de Posen, se dio la última ejecución documentada por caza de brujas en Europa. Pero en 1836 una presunta bruja fue sometida a la Prueba del Agua por pescadores de la península de Hel. Como la bruja no se hundía, la ahogaron a la fuerza. (Leo esto en wikipedia pero las fechas de existencia del Ducado de Posen no coinciden. Como fuere todo es demasiado verosimil.)

Lunes. 31 de diciembre. El mejor momento del año. Un ciclo se termina. El clima es el adecuado, cálido, algo húmedo. Hoy sol. Sigo leyendo a Pound. Reviso Historia nocturna de Carlo Guinzburg.

Lunes. Hoy 24 de diciembre. El sábado a la mañana pasé por un local de Villa Crespo a buscar un masajeador eléctrico que había comprado en Mercado Libre. Llegué a la calle Acevedo, estacioné y busqué la puerta. Me abrieron y me hicieron pasar a un primer piso amplio y bien iluminado. Casi no había muebles. Un par de escritorios, estantes con los productos. En el fondo había una figura budista. La mujer que me vendió el masajeador parecía una niña. Me preguntó si era un regalo. Le dije que sí. Sonrió. Ahora leo las instrucciones. Es un aparato muy simple. Vibra y deja de vibrar. Se aplica al cuerpo. El cuerpo vibra. No hay mucho más, pero la sensación es placenteara. Ojalá fuera todo tan simple.

Lunes. Soñé que le explicaba a alguien dónde y qué cosas había estudiado. No recuerdo nada más. Ahora en la web, miro óleos de Marinus van Reymerswaele que se dedicaba a pintar banqueros y usureros. (También pintaba a su mujer.) ¿Cómo empieza una historia? A veces con un titular de diario: “El stripper argentino que le pateó el auto a una mujer en Chile aseguró: No soy violento.”

Lunes. Ayer River le ganó a Boca la final de la Copa Libertadores. Se lo dediqué a nuestro presidente Mauricio Macri desde las redes sociales. Y después también se lo dediqué a Martín Kohan por “bostero kosher”. Hoy me despierto y me llegan comentarios que me señalan como la última reencarnación del alma aterradora Reinhard Heydrich. Las redes sociales se volvieron un mono enfermo que intenta llegar a la conciencia inyectándose su propia sangre contaminada. Un mono que no se ríe, como los indios del Martín Fierro.

Domingo. En la casa de mi abuela duermo la siesta. Ella de noventa años habla con mi hijo de cuatro. Los escucho hablar desde la cama, en otro cuarto. Hablan y rehacen la vida privada de mi familia.

Lunes. El tiempo avanza. Crezco poco. Tampoco envejezco gravemente. Más bien transito la vida adulta tratando de... ¿de qué? Tratando de leer. Sí. Qué karma, qué destino. Sentarse a la mesa, charlar, amar, dormir.

Lunes. Soñé que levitaba y con un poco de esfuerzo y equilibrio podía volar a unos treinta centímetro del agua. Como estaba cerca del mar, de un mar con costa rocosa, practicaba y lo lograba con cierta destreza. El paisaje por el cual volaba era radiante, mar verde, cielo azul, risco y acantilados. En una de esas playas estaba Carlos Godoy que me felicitaba por mi habilidad con su parsimonia habitual. Luego aparecía en una zona fabril que se había inundado y donde el agua era negra. No sentía miedo pero el paisaje me desagradaba. En un puerto techado, como un hangar, unos nadadores me decían que volar era imposible. Yo estaba cansado y no lo lograba, no podía demostrarles que estaban equivocados. El agua se veía iluminada en algunos lugares con lámparas de luz blanca.

Lunes. Cansancio permanente. Se usa decir que es “por la altura del año.” Intento leer un poco a Leautaud de madrugada pero no termino de entrar en sus correrías sexuales en esa París mítica de los sobres, las cartas y los salones. Cuando estoy mal dormido, le exijo más a lo que leo, y Leautaud y sus mujeres me parecen muñecos polvorientos.